Viernes 4 de junio, 2004. San José, Costa Rica.


 


 

 

Butaca 1

Chatarra

Leonardo Perucci

Santiago de Chile.– Un artículo del diario francés “Le Monde” sirve de inspiración para esta columna.

Durante muchos años, Chile fue el paraíso de los sándwichs. Creativamente surgían las combinaciones más apetitosas con nombres no menos llamativos.

Barros Luco: un trozo de bistec con queso caliente. Barros Jarpa: jamón con queso caliente, Chacarero: bistec con vainicas, tomates y chile picante... y, en fin, podríamos seguir con la lista.

De un tiempo para acá, este derroche de creatividad de los chilenos tiene que competir, y cada día más fuerte, con una de las “modas” alimentarias de los últimos tiempos: la comida chatarra.

Sí, la misma que enloquece a niños, jóvenes y adultos en Costa Rica, Santiago, Timbuctú o hasta donde alcancen los tentáculos de estas empresas. Con mascota y promociones incluidas, arremeten contra comidas típicas, sándwichs, alta cocina, verduras y todo lo que se les ponga por delante.

Morgan Spurlock es un cineasta norteamericano que acaba de estrenar un documental que analiza en detalle el “fascinante” mundo de las hamburguesas, papas fritas y demás, con el título de “Super Size Me”.

Durante un mes, solo se alimentó de estos productos aceptando el fantástico “Super Size”. Al cabo del mes, el cineasta había engordado 12 kilos, su colesterol estaba por las nubes y su hígado presagiaba cirrosis. Sus médicos lo detuvieron.

Este documental sobre la llamada “chatarra” ganó el premio a Mejor Dirección en el Festival de Cine de Sundance. Su planteamiento pone el acento en la “responsabilidad social” de estas empresas.

En Estados Unidos, la obesidad y el sobrepeso afectan a dos de cada tres adultos, y ni hablar de los pequeños clientes habituales de estos restaurantes.

Tengo amigas que, luego de hacer tortuosas dietas, terminan cayendo en las garras de una hamburguesa o de una seductora bolsa de papas. Pareciera que, en su disco duro, la influencia de esta comida las hace pecar una y otra vez. Ni hablemos de los peligros cardíacos que amenazan con el alza del colesterol y la obesidad.

Lo triste de este documental es el momento en que el director Spurlock, en una de sus visitas al restaurante, se reúne con un grupo de niños a los que presenta una serie de fotografías.

Los que reconocieron a la mascota emblemática de la cadena fueron más numerosos que aquéllos que lograron identificar la figura de Jesús.

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