Lunes 22 de noviembre, 2004. San José, Costa Rica.


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Campeonato Nacional 2004-2005


 

Imágenes del encuentro Costa Rica-Honduras

Foto Principal: 855179
Imagen ilustrativa/Al Día

Vistazo

Liderazgo ético y político

José Luis Vega Carballo

Viendo hacia no muy lejanos escenarios políticos y electorales, lo más probable es que la prueba de fuego para los líderes o aspirantes provenga del campo ético.

Fue ahí donde hemos tenido nuestro propio setiembre, representado por el derrumbe de las “torres gemelas” del PLUSC-bipartidismo, agobiadas por la denunciada corrupción de sus cúpulas fusionadas.

Podríamos afirmar que la política fue una cosa antes, y será otra después de esos acontecimientos, por la forma en que conmovieron profundamente la conciencia cívica y la moral de la ciudadanía.

Aunque la democracia sigue amenazada por la acumulación de graves y múltiples problemas nacionales y locales, lo cierto es que la prueba de fuego para políticos y tecnócratas será ética, y no dependerá solo de sus propuestas, pues éstas se tomarán según de quién y de dónde provengan.

Por mucho tiempo, nuestros dirigentes creyeron que la democracia los cubriría siempre con el manto protector de una mera legalidad formal, en cuanto a ser electos mediante procedimientos competitivos en lo electoral y en puestos burocráticos de la administración pública. Se equivocaron.

El caso es que, aunque fueran siempre bien seleccionados, solo disfrutarían en sus puestos de esa limitada legitimidad de origen o de mero título, según la ley.

Por eso, aunque tuvieran ese soporte y buenas propuestas, aún les quedaría por probar que merecen contar con una legitimidad superior, otorgada solamente por la ciudadanía, a la luz de los valores sociales y morales que sostienen el ordenamiento democrático y jurídico.

Esa legitimidad es funcional. Deriva, primero, de conductas personales en el desempeño de los puestos de dirección en el Estado, y, segundo, del ejercicio de un liderazgo de los elegidos frente a la sociedad global.

Así, pues, un pretendido liderazgo, asentado (como el del PLUSC) casi solo en el reclamo de legalidad para el acceso a altas posiciones de poder e influencia, es sumamente precario, si carece (como sucedió) del complemento esencial: un liderazgo ético a toda prueba en lo concerniente a la vida personal, pública, profesional y empresarial de los dirigentes. Fue ahí donde el bipartidismo tuvo su setiembre negro.

Ahora cabe esperar que cualquier propuesta de solución a los ingentes problemas nacionales y locales pasará en adelante por una evaluación ciudadana esencialmente ética, expresada electoralmente. Solo después le serían conferidas confianza, credibilidad y plena aceptación a cualquier programa de gobierno.

Ante el fracaso del bipartidismo, cojo moralmente e incapaz de resolver graves problemas acumulados, cualquier mayoría electoral filtrará a los aspirantes a líder mediante un riguroso tamiz moral, para garantizarse así la unión del liderazgo político y el liderazgo ético.

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