Miércoles 8 de septiembre, 2004. San José, Costa Rica.


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Perspectivas

Manos llenas

Mónica Gómez Robleto

La renuncia del ministro de la Presidencia, Ricardo Toledo, era una dimisión obligada, pues no es posible que un funcionario público negocie a manos llenas, con grupos sindicales, recursos que no le pertenecen, y que al final saldrán de los bolsillos de todos los costarricenses.

“Me hubiera gustado dar más”, dijo el hoy exministro.

Esa nueva cuenta de ¢4 mil millones la pagaremos todos los que no tenemos quien proteja nuestros ingresos de la voracidad fiscal y de la generosidad de este funcionario.

Y esa nueva factura también la pagará quien se quedó sin el crédito que le redondearía el ansiado bono de vivienda.

El costo de la vida tiene asfixiados a los empleados públicos y a los de la empresa privada, pero no es bloqueando calles, e impidiendo el libre tránsito de la gente, como se resuelven los problemas, y mucho menos con jugosos ofrecimientos.

Ahora, todo aquél que quiera un 0,5 por ciento adicional a sus ingresos, lo puede lograr bloqueando calles, y quien no esté de acuerdo con los impuestos o con el Tratado de Libre Comercio (TLC), los puede frenar efectuando protestas.

La manifestación, marcha o bloqueo, no tiene que ser nutrida ni contar con el apoyo general de sindicatos o grupos. Con conatos de organización o simples apoyos se puede amedrentar, y ello puede llevar el nombre de “golpe de Estado”.

Se va Toledo a la Asamblea, desde donde, tal vez, logre hacer lo que como ministro no hizo: que se apruebe el plan fiscal para garantizar los ¢4 mil millones que ya comprometió, y así saber de dónde se tomará el dinero.

¡Qué decepción!

Igual sinsabor produce el saber que las comisiones o pagos de servicios millonarios salen del bolsillo de todos los costarricenses, que ya estamos pagando los préstamos multimillonarios para comprar el equipo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).

De los $39,5 millones del préstamo Finlandia, y mediante la intervención de empresas vinculadas con el presidente de Corporación Fischel, Wálter Reiche, le llegaron al expresidente Rafael Ángel Calderón $445 mil, y a otros socios, amigos de partido y funcionarios de la Caja, les fluyeron $270 mil más, mediante certificados al portador.

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