Vistazo
TLC bajo amenaza José Luis Vega Carballo
Bajo amenaza. Así desean muchos que apruebe Costa Rica el TLC con Estados Unidos.
Es decir, a golpe de tambor y sin medir sus consecuencias sobre los sectores más débiles de la población, especialmente los pobres y los productores nacionales, que, al no poder soportar la competencia norteamericana, cerrarían sus empresas y desatarían una enorme desocupación.
El Gobierno no debe ceder ante presiones ni chantajes, como hizo en el pasado, cuando Mr. Robert Zoellick, representante comercial de Estados Unidos, en plena Casa Presidencial amenazó con excluir a Costa Rica del TLC, si no aceptaba la apertura de las telecomunicaciones y el ICE a la competencia de las grandes corporaciones de su país.
Ahora es Mr. Chris Padilla, funcionario de segundo orden del Ministerio de Comercio estadounidense, quien amenaza con excluir a Costa Rica de los beneficios de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC), si el TLC no se aprueba.
Lo intentaría mediante una clara y contundente medida punitiva, consistente en promover una represalia en el Congreso para excluirnos de la ICC al cabo de dos años, una vez que el TLC sea aprobado allá y por, al menos, dos países de la región.
Mr. Padilla se unió al sector local que, a falta de buenas razones, presiona al Presidente, reacio a firmar el TLC, si no se despejan sus dudas y no se demuestra algo imposible de lograr: que beneficia a los grupos de menores ingresos, lo cual no ha sucedido en ninguna parte con la aplicación de este tipo de instrumentos de ajuste neoliberal.
Los tratados de libre comercio se aprueban para beneficiar a las grandes empresas transnacionales, capaces de dominar y manipular los mercados, con la consecuente liquidación de las medianas y pequeñas empresas nacionales.
Pero la amenaza lanzada no ha pasado inadvertida en Estados Unidos, donde Mr. Charles B. Rangel, distinguido miembro de la Comisión de Medios y Arbitrios del Congreso, ha dicho: "Esta amenaza me parece un chantaje levemente disfrazado. No tiene precedentes que un funcionario comercial de Estados Unidos amenace a países soberanos".
Y agregó: "Los beneficios básicos de la ICC están garantizados de manera permanente, a menos que el Congreso enmiende la actual ley estadounidense".
Ante tan desmedida represalia, Mr. Rangel anunció: "Yo me opondría fuertemente a tal enmienda. Si este acuerdo es tan bueno como lo asegura el Gobierno, ¿por qué la administración Bush recurre a amenazas? Llamo a la administración a renunciar a las amenazas que habría hecho a un amigo clave de Estados Unidos, y reafirmar la ICC".
Luego de esta digna protesta del congresista norteamericano contra un mal disimulado chantaje de la administración Bush en torno al TLC, ¿qué hará nuestro Gobierno?, ¿agachará la cabeza una vez más?
¿Dejará que se acalle la razón nacional ante una amenaza salida de la vieja caverna de la política exterior norteamericana (el "Gran Garrote"), la cual creíamos sustituida por una de diálogo y negociación, libre de presiones para acorralar y aplastar a débiles países que ejercen su soberanía civilizadamente?
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