Tribuna libre
La condena de Terri Schiavo Gloria Bejarano
El caso de Terri Schiavo ha conmovido al mundo, y ha puesto en la picota de la discusión el derecho que existe sobre la vida y la muerte.
Quienes respaldan la posición del esposo de Terri y, por tanto, avalan que se le retirara el tubo que la alimentaba, aseguran que ella no quería que se le mantuviera con vida en esas condiciones, y que, aunque no lo dejó por escrito, manifestó en múltiples oportunidades su deseo de morir antes de vivir como un vegetal. Además, consideran que era cruel mantenerla con vida, cuando ya no había ninguna esperanza de recuperación.
Los padres de Terri clamaron por el derecho a la vida hasta las últimas consecuencias, y se ofrecieron a cuidar de ella hasta que falleciera naturalmente. Quienes los apoyamos, consideramos inhumano haberla dejado morir, pues creemos que solo Dios tiene el derecho de quitarle la vida.
Los partidarios de la eutanasia dicen que es una opción a la que se debe tener derecho cuando el sufrimiento es intolerable, y la enfermedad incide en la calidad de vida. La otra posición sostiene que esta práctica es una forma de legalizar el suicidio y autorizar el asesinato.
Habría que estar en el lugar de las personas que amaron a Terri, para poder entender mejor su posición. Ambas partes consideraron que hacían lo mejor por ella.
Si el fallo del juez era que debía morir, debía haber aplicado la eutanasia, esto es, asistirla en su muerte, pero la decisión de que el hambre y la sed acabaran con su vida es cruel y despiadada.
Terri murió bajo la premisa de que no sentía los efectos de la inanición y la deshidratación a la que fue condenada. ¿Se puede garantizar que no sufrió?
Hace unos años, escuché a alguien dar testimonio de cómo, a pesar de que se le había diagnosticado una muerte cerebral, escuchaba la discusión sobre la forma en que iban a desconectarlo. A él le era imposible comunicarse con el mundo exterior, pero, en su interior, a gritos pedía que lo dejaran vivir. Él logró superar su condición y pudo contar su terrorífica experiencia.
La Constitución Política garantiza el derecho a la vida y su inviolabilidad, por lo que el tema de la eutanasia queda descartado. Sin embargo, no dudo de que, tarde o temprano, este asunto será motivo de controversia por casos similares a los de Terri o porque alguien se arrogue el derecho de poner fin a su vida ante una enfermedad incurable.
El debate parece inevitable y debemos prepararnos, pues no será fácil.
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