Perspectivas
Dios sí perdona... Ovidio Muñoz
El disco calza a la medida en el círculo de la grabadora. Casi lo oigo acomodarse. El láser busca la música con un sonido de siseo. La encuentra y emerge, de pronto, la Sonora Santanera, la de antes. Disco dos, pieza quince: "Dios sí perdona, el tiempo no".
"Si yo pudiera otra vez nacer de nuevo, las mismas calles otra vez caminaría...".
Lo escucho y lo tomo para mí. Lo sostengo: las mismas calles, callejones, ni más ni menos. Lo caminado tampoco me lo quita nadie. Ni lo hecho en los caminos. Nadie. Vida pura. ¿Pura vida? No siempre, no mintamos.
Como en montaña rusa: unas veces arriba, otras abajo (claro, también es cuestión de gustos, dirá usted). En fin, cada uno tiene en sus manos la posibilidad de acomodarse como mejor le parezca.
Y sigue diciendo la Sonora, más melancólica, "ya no está la rocola, ya no están mis amigos, ya no hay nadie en mi casa...".
La voz le canta a la pérdida total, a la ausencia, a eso que vamos dejando atrás.
Por dicha, no la oigo agobiado por los humos del alcohol. Si no, qué va. A moco tendido.
Sólo esta, la consentida, como alguien le puso alguna vez, puede celebrar la nostalgia con tanto ritmo. Es la depresión hecha bolero. La tristeza invitando a mover los pies.
Apenas he pasado mis primeros treinta, pero la canción me arrastra a pensar como ella... "si es que pudiera otra vez regresaría por esos tiempos de mis veintitantos años...".
¿Regresaría? Quizás. Pero, de hacerlo, pondría estas condiciones: con la experiencia, los viajes, los libros y el salario de hoy. Ni más ni menos. Si no, no.
A menudo, claro, a uno también le ganan los recuerdos y entonces se echa de menos a quienes alguna vez estuvieron y ya no. Pero bueno -pienso-, los tuve, ¿puedo pedir más?
Eso es vivir, pérdidas y ganancias. Perdimos el ombligo, los dientes de leche, la "niña" de la escuela, la inocencia. Ganamos libertad, dientes permanentes, colegio, amigos, un sitio con vista al mundo real.
Pasan los tres minutos y el disco se detiene con el siseo del principio. Un momento de silencio. Aprieto "play". Va de nuevo.
El ritmo cambia y en un bote de vela a la mar me tiro. Espero los mejores vientos. Cruzo los dedos y salgo a la calle. A veces, la vida también tiene ritmo de bolero.
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