Tribuna libre
Benedicto XVI Gloria Bejarano
Apenas nombraron al nuevo Papa, comenzaron a circular rumores, leyendas y mentiras acerca de Su Santidad Benedicto XVI.
Algunos medios de comunicación se prestaron para propagar lo que en Costa Rica llamamos el "dicen que se dice", y se esparcieron las noticias de que había sido nazi, antisemita, que odia a los homosexuales, y que es intransigente y duro.
No estoy muy segura de qué quieren decir con eso, pero sí es claro que se ha recurrido a estereotipos y adjetivos, con el fin de desdibujar la imagen del nuevo líder de la Iglesia Católica y desinformar a la gente.
La mayor parte de las críticas, si no todas, han venido esencialmente de personas o grupos no católicos, a los que, en realidad, no les afecta la personalidad, carácter e ideas del Santo Padre. Las acusaciones han sido desmentidas, y se ha intentado clarificar los conceptos y circunstancias bajo las cuales el cardenal Ratzinger emitió su criterio. Pero el daño está hecho.
¿Cuánto se deberá repetir y aclarar para que millones de personas alrededor del mundo borren de su mente estos comentarios irresponsables, con que se ha tratado de manchar el nombre de Benedicto XVI, sin darle siquiera el beneficio de la duda y el respeto que merece?
Repetir para llenar espacios noticiosos, ser eco de oscuros intereses o, simplemente, redundar en lo que provoca controversia es hacerle un flaco favor a la Humanidad, que está urgida del liderazgo que el Papa pueda ejercer.
Antes de etiquetar al nuevo Pontífice, sería importante esperar a ver cuál es el rumbo que imprimirá a la Iglesia, qué decisiones toma, qué cambios propone y qué línea de pensamiento sigue.
La comunicación, hoy en día, es en directo, o escrita sobre la marcha, y muchas veces no da tiempo para la reflexión y el análisis que permita a los medios descubrir qué hay detrás de estas afirmaciones.
¿Quién gana, y qué se gana, menospreciando y denigrando a quien ha sido electo por una mayoría abrumadora de sus colegas, como muestra clara de su talento, capacidad, cualidades personales, formación, y su lealtad y amor absoluto a la Iglesia de Cristo?
Juan Pablo II, en su momento, también fue recibido con escepticismo, en medio de críticas que pretendían crear dudas sobre su capacidad para liderar la Iglesia.
Confiemos en Benedicto XVI, y démosle la oportunidad de mostrar de qué es capaz y por qué fue escogido.
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