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 Nacionales Domingo 09 de octubre, 2005, San José, Costa Rica.
 

La canción se escuchará en radios, televisión e iglesias

Batalla musical contra el abuso

Tema de ticos será usado en campaña regional de la Organización del Trabajo

Sylvia Alvarado Marenco

Tanto le indignó a un joven cantante cristiano el caso de la proxeneta Sinaí que le compuso una canción a las menores víctimas de explotación sexual y a todos los costarricenses para que denuncien ese delito.

Gustavo Guzmán y su esposa, Shirley Ortiz, quien también es cantante, le dieron vida en ritmo de hip-hop y gracias al patrocinio de la Organización Internacional del Trabajo, lograron grabar su primer disco y hacer un video que será presentado este martes en la Universidad Latina, y usado como símbolo de campaña de la OIT en el istmo y el Caribe.

Además:

  • "Uno quiere morirse"
  • Por droga me prostituía...
  • La canción "Hey tu" se colará, en los próximos días, en las radios y programas musicales comerciales, llegará a muchas iglesias y hasta a oídos de las propias jóvenes que han sido víctimas.

    Hay que insertarlas no reinsertarlas porque, ¿en qué clase de sociedad estaban insertadas antes?".

    Ana Fuentes, Directora Fundación.

    Esto porque los cantantes cuentan con el respaldo de la fundación "Somos un solo pueblo" o (Just one people), que atiende, en Puerto Rico y en el país, a muchachas que están tratando de volver a nacer tras ese pasado, mientras viven el futuro de ser madres antes de tiempo.

    Hasta en rock

    Ortiz, una enamorada de Dios, su esposo, sus dos hijos y de la música, está convencida de que con el don que el Señor le dio llegará a tocar el corazón de muchos. Por eso las canciones de "Cambia de rutina", nombre del primer compacto, y "Pródigo" fueron grabadas a ritmo de son cubano, blues, rap, rock y hasta gospel.

    "Somos más evangelistas que panderetas. Queremos que se identifiquen con los ritmos pero con una propuesta de letra diferente, más allá del bombardeo de mensajes negativos", dijo Ortiz.

    Para Ana Fuentes, directora de la Fundación, fue una bendición volverse a topar con Ortiz, quien es su amiga y recibió su consejería desde chiquilla.

    Desde el 2000, tras ser capacitada en Puerto Rico y unir sus esfuerzos con la misionera isleña María Rita Dávila, Fuentes cambió la consejería, que tenía desde 1989 con adultas víctimas de violencia y abuso, por el trabajo con muchachas víctimas que también son mamás. Hoy dirige un centro que, con el apoyo de donaciones privadas y voluntarios en todos los campos, brinda formación espiritual, académica y emocional.

    Para ella, nada se compara a la felicidad de ver que una de sus chiquillas vuelve a sonreírle a la vida, sintiéndose digna y merecedora de todas las bendiciones.

    Por eso tiene años de recorrer, en las madrugadas, las calles más oscuras, hoteles, bares y búnkers para rescatar a adolescentes con el amor de Dios.

    Si quiere cooperar o necesita información, el número de Fuentes es 302- 2871.

    Foto: 1086617
    La violinista estadounidense Jaime Klanderud, voluntaria en el país, acompañará a Shirley Ortiz y a su esposo, el 11 de octubre, cuando presenten su disco en la Universidad Latina.
    José Rivera.

    "Uno quiere morirse"

    "Por rebelde, a los 14 años me fui de la casa para el Parque Central. Dormía en un hotelillo y deambulaba con otras dos chiquillas. Una de ellas, hoy tiene Sida. Un día, un hombre nos ofreció llevarnos a su casa y darnos comida. Mi amiga, de 12 años, y yo, nos fuimos. Nos dijo que nos pintáramos porque unos muchachos nos iban a llevar a comer y nos llevó al parque Morazán.

    "Íbamos todas inocentes pero los señores nos llevaron a un motel, todos en el mismo cuarto. Sentía ganas de salir corriendo o de mejor morirme. Es muy feo, si uno no hace lo que dicen, lo maltratan y lo dejan botado.

    Duré un año en eso,él nos quitaba la plata y nos amenazaba con que si nos íbamos, le diría a nuestros papás o les haría daño. Todos los días teníamos que ir al Morazán, llegaban hombres jóvenes, viejos, casados, solteros, teníamos que hacer de todo, a veces, hasta con la panza vacía. Llegábamos a las 5 a.m.; no teníamos descanso. Con la plata que nos quitaba, ¢10 mil por cada tico y $100 por gringo, compraba droga para venderla. Cada vez se me bajaba más la autoestima.

    "Un día me decidí a salirme y no volví al Morazán. Fue una tortura, me andaba buscando para pegarme un balazo. Tomé valor, volví a mi casa, busqué ayuda y pusimos la denuncia".

    Ana sufrió mucho cuando tras quedar embarazada de su novio, su bebé nació con sífilis. Hoy tiene 19 años, su pequeña está sana, está terminando el sexto grado y ha aprendido un oficio. Su pesadilla acabó y vive tranquila, no porque el proxeneta apareció asesinado hace unos meses, sino porque Dios la ayudó a volver a nacer.

    Foto: 1086589
    Ana Fuentes abraza a Ana, una de "sus chiquillas", que logró salir adelante y volver a estudiar, tras la pesadilla.
    José Rivera.

    Por droga me prostituía...

    Por petición de la mamá de Lucía, Ana Fuentes recorrió, durante dos años, decenas de bares y delegaciones policiales con su foto en la mano, buscándola. Le seguía los pasos pero cuando llegaba a un lugar se daba cuenta de que hacía poco se había ido.

    Cuando por fin la encontró, un día que la policía la detuvo por andar con un tipo que vendía armas, Lucía arremetió contra ella y contra Dios.

    Hoy es otra cosa. Volvió a estudiar, trabaja, da consejería a otras muchachas, enseña en la escuela dominical y cuida de su hija. Pero ahora. Antes su vida era muy diferente...

    Con 13, ya andaba en la calle, donde consumió todo tipo de drogas.

    Consumía marihuana, piedra, alcohol, tuve sobredosis y paros respiratorios por oler cocaína".

    Lucía, exvíctima de explotación

    "Robaba celulares y luego empecé a prostituirme para comprar la droga. Un señor me ofreció pagarme por hacer fotos en ropa interior para vender pero el negocio era prostituirme en la casa de un italiano. Cobraba $100 por cliente. "Después trabajé en un burdel, ahí me daban una cédula. Era muy feo. Un día tuve que llamar a mi mamá porque tenía un ataque de apendicitis. Me interné en el hospital pero no podían operarme porque estaba muy drogada.

    Después de la cirugía con todo y los hilos volví a la calle. No aguanté mucho porque me sentía mal así que acepté irme a un centro. Al tiempo me escapé. Con otras muchachas me vine caminando desde Guápiles, se lo juro. Me junté con uno de los amigos de ellas. Lo dejé cuando quedé embarazada".

    Hoy el padre de su bebé está en la cárcel y ella, a los 19 años, es prueba de que "no hay nada imposible para Dios".

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