Buenos Aires de Puntarenas

Vida de campo y sin luz

Los Cortés viven una realidad distinta a las de otras familias

En San Isidro de Bioley, los días comienzan antes de salir el sol, a eso de las 4:30 a.m. Aquí, usar un despertador, un aparato eléctrico, e incluso una cocina de gas, no pasa por la mente de la familia Cortés.

Para ellos, la realidad es muy diferente a la que otros cuentan.

Su casa, ubicada a 170 kilómetros del centro de Buenos Aires de Puntarenas, alberga a los seis miembros de esta familia campesina.

Olivier Cortés y su hijo Roy son los primeros en iniciar las labores del campo, ya que los cultivos de papa, chayote, plátano, yuca y otros productos requieren de muchos chineos para "pegar" una buena cosecha.

A diario, también deben ocuparse de la granja avícola, el criadero de cerdos y el ganado de ordeño que les permite fabricar el queso que ellos mismos comen en el desayuno.

Cocinar con leña es algo de todos los días para Nelly, madre de cuatro hijos. Roger Benavides

Roy, el mayor de los cuatro hijos de Olivier y quien se encarga de vender lo que producen, afirma que en sus planes no está vivir en la capital.

"Hago lo que me gusta, perdería la paz que la naturaleza me da. Solo pensarlo, me enferma por la inseguridad, la bulla...", contó.

Sus hermanas, Karol, Sandra y Carmen, ya se acostumbraron a caminar dos horas para llegar al colegio. Sin electricidad en la casa, en temporada de exámenes, las jóvenes se las ingenian con cabitos de candelas para estudiar; a ellas no les importa "quemarse las pestañas" por unas horas.

Vivir en el campo es difícil, pero Olivier se muestra agradecido con el IDA. "Gracias a uno de sus programas, hoy somos poseedores de un terreno de tres hectáreas.

De él depende toda la producción", dijo el jefe de los Cortés quien, al escuchar el canto del gallo en la madrugada, sabe que no hay tiempo que perder porque la jornada... apenas comienza.