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Nexo de las FARC en El Cocal, Puntarenas Colombiano alistaba su lancha para salir de pesca Vecinos están incrédulos, pues lo veían como hombre tranquilo Erick Carvajal MoraRolando Avilés, corresponsal ecarvajal@aldia.co.cr
Puntarenas. - Héctor Martínez Quinto tenía todo listo para salir de pesca ayer. El colombiano, miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), detenido esta semana en Puntarenas, había comprado una lancha, que estuvo reparando para irse varios días a alta mar. Ninguno de sus vecinos, del barrio El Cocal, puede creer lo que le atribuyen a Martínez, de 38 años, a quien vinculan con la muerte de 46 niños y 47 policías en su país.
Los últimos fueron asesinados, en 1999, en el poblado de Juradó y a los pequeños les quitaron la vida en una incursión militar, el 2 de mayo del 2002, en el poblado de Bojayá, departamento del Chocó. Mientras Martínez realizaba labores sangrientas con la FARC, en Costa Rica era un pescador que "luchaba" todos los días para alimentar a su familia. Propietario de dos pangas, se reunía todos los días con sus vecinos en un pequeño bar, muy cerca de su casa. Allí se tomaba dos o tres cervezas y conversaba de todo, pero el tema que más lo apasionaba era la pesca. Juan José Andrade, jefe regional de la Fuerza Pública en Puntarenas, dijo ayer que se dieron cuenta de Martínez cuando llegaron oficiales de INTERPOL. "Nunca tuvo ningún problema, para no levantar sospechas". Cambio de ambiente Jorge Molina, uno de sus amigos, recordó que Martínez les dijo que llegó a Puntarenas para cambiar de ambiente y aunque es difícil progresar con la pesca, él estaba dispuesto a intentarlo. Con salidas de dos a cuatro días a alta mar, el colombiano fue echando raíces en Puntarenas. También con esfuerzo, según sus amigos, compró una segunda panga y hace 15 días, una lancha. Yulissa Vélez, quien trabajó en una pulpería en El Cocal, comentó que Martínez llegaba todas las mañanas a comprar cigarros. "Era un hombre tranquilo, que me piropeaba, con respeto". A él era común verlo, ir y venir, en una bicicleta. Se detenía y conversaba con los vecinos. Yalile Elizondo comentó que Martínez se detenía frente a la casa y hablaban. A ella le dijo que era panameño y que su mamá era quien lo había "parado", que le había ayudado a salir adelante aquí. "Hablaba poco de su familia", dijo Yalile. Los vecinos están preocupados por la compañera sentimental de Martínez, que es de origen indígena, y llora desconsolada desde que las autoridades se llevaron al extranjero. Nadie la conoce bien, pues nunca salía. "No quiere hablar", dijo un hombre que no se identificó en esa casa. Él pedía rebaja a sus caseras, ayudaba a quien se pasaba de tragos y tranquilizaba a los busca pleitos, aseguraron ayer Rocío Guzmán y Cruz López. En El Cocal la pregunta en boca de todos es: "¿No se habrán equivocado?".
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