Pido la palabra

Por una cabeza

En artículos recientes, recordé cómo nos enterábamos de los campeonatos mundiales en los años 50. Había que esperar los despachos de las agencias de noticias para que, luego, un locutor de alguna radioemisora los fuera leyendo cada cierto tiempo. Mas no dejaba de ser apasionante, por la espera y por la imaginación que se echaba a volar.

Luego, el asunto fue evolucionando. Llegaban los noticieros cinematográficos, con algún retraso, pero más cerca de la realidad.

Ya en 1962, con la televisión en casa, las esperas no fueron tan prolongadas, puesto que un día después ya estábamos admirando las jugadas.

Por fin, en el campeonato de 1970, tuvimos la oportunidad de ver los partidos "en vivo y a todo color" desde México. La locura por Pelé, Rivelino, Tostao, Gerson y Jairzinho fue general.

Cuando escribo estas líneas, he tenido la oportunidad de ver la final del presente Mundial. Me admira que, hace cualquier soplo de vida, hube de esperar por el despacho leído y ahora puedo escuchar el golpe que Zidane le da a una pelota en Berlín. ¡Y lo puedo ver!

O que el gol que hace delirar a miles allá, igual nos ponga a brincar o a dolernos por acá, por los países vecinos, por los continentes, o por el espacio, si los tripulantes de la estación espacial sintonizan el espectáculo.

Pero, además de simultáneo, el espectáculo será "para siempre". Porque una y otra vez, si lo copiamos, podremos ver cómo un gran jugador pierde la cabeza... al lanzar un cabezazo.