Pocas oportunidades laborales es la principal causa
720 mil ticos hacen de todo para sobrevivir
Entre el año 1997 y el 2005, el sector informal creció 30 por ciento, y en él hay también 78 mil menores de edad hipotecando su futuro Esteban Arrieta Arias earrieta@aldia.co.cr
Coyol quebrado, coyol comido. Esta es la realidad de, al menos, unos 720 mil ticos que llevan el pan a su casa día a día, sin mayor esperanza de progreso, pues la pobreza no les da ninguna otra salida para subsistir, y el trabajo informal se ha convertido en su única manera de sobrevivencia.
Estamos coordinando esfuerzos, para ayudar a esta gente a salir del sector informal”.
Francisco Morales Ministro de trabajo
Los niños que renuncian a estudiar, están hipotecando su futuro. Es una mala apuesta”.
Guillermo Dema OIT
Mi trabajo es peligroso y tuve que dejar la escuela, pero debo ayudar a mi familia”.
David Salazar Malabarista
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Según datos del Ministerio de Trabajo, de los 1,6 millones de trabajadores del sector privado, al menos un 45 por ciento se ubica dentro del ámbito informal, donde hay desde agricultores hasta vendedores de chicles y papas, músicos, payasos, artistas y todo tipo de malabaristas.
Ellos no tienen un salario fijo y bien remunerado, ni vacaciones ni seguro social, y en el peor de los casos están obligados a trabajar hasta que el cuerpo “aguante” o vivir de la caridad.
Este es el caso de Bernardo Campos, un hombre que, con sus 74 años, todavía debe “pulsearla” para llevar a la mesa su sustento y el de su esposa.
Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre 1997 y el 2005, el sector informal aumentó en un 30 por ciento, lo cual representa unas 216 mil personas.
Francisco Morales, ministro de Trabajo, reconoció que el crecimiento del sector informal “es verdaderamente preocupante, pues eso significa que, cada vez más, los ticos tienen menos oportunidades de salir adelante”.
Guillermo Dema, del Programa para Erradicación del Trabajo Infantil, de la OIT, señaló que, en Costa Rica, 120 mil menores de entre cinco y 17 años tienen que trabajar para llevar el sustento a sus casas.
De ellos, 54 mil son menores de 15 años y 78 mil trabajan en actividades informales. “Estos niños hipotecan su futuro y sus posibilidades de salir adelante”, agregó.
897 mil personas son pobres en Costa Rica, según los últimos datos del INEC.
6% de la población nacional no tiene empleo, pese a que trata de buscar.
50 mil el número de empleos que se deben generar anualmente, según la UCCAEP.
“El salario mío me da risa”
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El payaso “Copetín” dice que a él no le preocupan mucho las penurias económicas, pero que “al otro sí”. Esteban Arrieta
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“Yo nací siendo payaso y, a pesar de que algunas veces el salario da risa, a mí me gusta lo que hago”.
Con estas palabras, el payaso “Copetín” (Rándall Obregón) se refirió a su oficio de inflar bombas y hacer payasadas para que la gente se ría.
“Copetín” trabaja en la plaza de la Cultura y, aunque aseguró que su mayor recompensa son las risas de los pequeñines, comentó que “hay que hacer malabares con la plata”.
Agregó que, algunas veces, no logra llevarse ni ¢2 mil para la casa.
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Malabares infantiles
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Salazar y Ramírez manejan las bolas. Esteban Arrieta
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En un minuto y 30 segundos, David Salazar y su amigo Mario Ramírez, mejor conocido como “Pirulo”, montan un show en plena vía pública.
Con tres bolas de tenis cada uno, mucha habilidad y entusiasmo, estos menores de edad, de 15 y 16 años, hacen malabares desde hace unos nueve meses en algunas de las vías más transitadas de San José, entre ellas, las radiales que comunican a la UCR y a Zapote.
Aunque reconocen que el trabajo es muy peligroso, pues deben sortear los carros, dijeron que no les queda otra, pues deben ayudar a sus padres con la comida de los hermanos y otros gastos.
“Yo salí de la escuela porque debo ayudar a comprar la comida para mis nueve hermanos menores”, comentó Salazar.
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El arte es una elección propia
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Diego García tiene 26 años y dejó la carrera de Mecánica en Aviación para seguir con su sueño y vocación. Rafael Pacheco
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Para muchos, el trabajo informal es la única manera de llevar el pan a su casa.
Sin embargo, para otros es una elección propia, que no acepta cuestionamientos.
Este es el caso de 16 jóvenes que integran “Metamorfosis”, un grupo que se dedica al arte.
Malabarismos y mimos, danza aérea, acrobacia y juegos con fuego son parte del repertorio del grupo.
Al igual que todas las personas que trabajan en el sector informal, estos artistas no gozan de un salario fijo, aguinaldo, vacaciones ni de las otras garantías laborales.
Diego García está en el equipo y, aunque dejó al margen una carrera de Mecánica en Aviación, asegura sentirse en su charco.
Mónica Mora, de 21 años, quien también está en el grupo, reconoció que, algunas veces, le da temor el futuro, pero que, “sin el arte”, se sentiría “vacía e intranquila”.
Ellos saben que el teatro callejero llama la atención de muchas personas, pero son pocas las que deciden contribuir. Por eso, resulta muy difícil tener una entrada fija de recursos.
“Cuando tomé la decisión de dejar la mecánica, me sentía un poco extraño, pero ya me acostumbré y ahora estoy tranquilo. Sé que hice lo correcto, pues, sin duda alguna, esto es lo que me gusta”, dijo García.
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Peligroso camino de fuego
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Hernández utiliza canfín en su actividad. Rafael Pacheco
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“El fuego tiene un poder diferente, es como una mística. El fuego me calienta, pero no me quema”.
Con esta filosofía, Jesús Hernández, de 21 años, se refirió a la peligrosa actividad que practica desde hace 7 años, pues esa es su afición y forma de ganarse la vida.
Aunque reconoció que “escupir fuego” es dañino para su salud y podría tener consecuencias fatales, aseguró que le da vida “y, por eso, no lo he dejado aún”. “Antes recorría las calles echando fuego por todo lado. Sin embargo, he llegado a comprender que debo hacer otra cosa en mi vida, pues este trabajo es muy inestable, y no se sabe cómo te va a ir durante el día, si vas a conseguir dinero o no”. Agregó que ahora lo hace solo en ocasiones especiales, y que ya inició una carrera.
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Un acordeón le ayuda a comer
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Don Bernardo dice que desearía descansar. Esteban Arrieta
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Con 74 años entre pecho y espalda, y una jovialidad poco usual en un hombre de su edad, Bernardo Campos sale todos los días a trabajar desde que tenía 12 años y vivía en el campo.
Hoy, tras dejar todas las labores agrícolas para brazos más fuertes, este hombre recorre las paradas de buses de San José que se hallan en las inmediaciones de la Caja.
Don Bernardo se gana la vida armado con un viejo acordeón y un repertorio interminable de pasodobles, tangos y boleros, entre otros.
“Yo aprendí a tocar la concertina hace unos 25 años, cuando me uní a un grupo de músicos que andábamos por todas las cantinas de San José cantando y dando alegría a la gente.
“Imagínese cómo han cambiado las cosas, porque, en aquellos tiempos, la copita de guaro costaba 15 céntimos”.
Don Bernardo comentó que su trabajo es muy duro, pues todos los días debe levantarse temprano para viajar a la capital desde Juan Viñas.
“El pasaje de bus me sale muy caro, porque, incluso con tiquete para la tercera edad, debo pagar ¢560 de ida y ¢560 de vuelta”.
Campos afirmó que, cuando le va bien, logra recaudar unos ¢5 mil, pero, otras veces, apenas recoge lo suficiente para los pasajes y comer algo antes de llegar a su casa.
Añadió que recibe ayuda de sus hijos, pero “es poco lo que ellos me pueden dar, pues también son pobres y, por eso, no he dejado de trabajar nunca. Esto es lo único que me queda”.
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Los artistas tienen un trabajo informal. El teatro callejero es una de sus pasiones. Rafael Pacheco
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Jesús Hernández, juega con el fuego, pese a exponerse a una quemadura. Rafael Pacheco
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