Puntarenas
Drogas y venganza movieron hilos de cuatro asesinatos
Un hombre habría cometido los homicidios en la “Calle de la Muerte” en Fray Casiano Erick Carvajal M. ecarvajal@aldia.co.cr
Puntarenas. - Metida en las entrañas del populoso barrio porteño Fray Casiano, la “Calle de la Muerte”, ubicada en el sector de la parada 7, fue testigo de cuatro asesinatos ocurridos a principios del 2004 y cuyo principal sospechoso es un solo hombre, de apellido Acuña.
Mientras la policía judicial trata de romper el silencio de varios testigos que, por miedo, no quieren hablar, los familiares de las víctimas claman por justicia.
Acuña, de 41 años, fue detenido el 20 de diciembre pasado, por ser el líder de una banda de narcotraficantes. Actualmente está en prisión preventiva en la cárcel de Puntarenas.
Este hombre montó su reinado de terror en la base de esa organización delictiva. Según la policía judicial, la banda traficaba, al menos, 10 kilos de cocaína por semana. La droga la compraban a un hombre de apellido Duarte, en Limón. Cinco carros, ¢5 millones en efectivo y joyas fueron decomisadas el día de su arresto.
Investigación
Las investigaciones judiciales determinaron que Acuña tenía, al menos, cinco años traficando drogas como cocaína, crack y marihuana.
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La policía cree que fueron problemas de drogas los que provocaron el primer asesinato. El 6 de enero del 2004, en medio de la oscuridad, Aurelio Ramírez, de 36 años, cayó abatido por dos disparos mientras conversaba con unas personas en la parada 7.
Callaron a testigo
Al parecer, uno de esos testigos fue David Avendaño, de 24 años, quien habría presenciado el asesinato de su amigo y eso le costó la vida. Tan solo 45 días después fue asesinado, al parecer, para que no dijera quién era el homicida.
Avendaño murió apuñalado. Luego de varias estocadas en el pecho con un arma blanca, su cuerpo fue arrojado al estero de Puntarenas. Tras varias horas, la marea se encargó de llevarlo a la orilla. “Lo que le pido a Dios es que se haga justicia”, dijo el padre de Ramírez, quien no quiso ser identificado.
El padre también denunció que Acuña tuvo un enfrentamiento con otro de sus hijos, al cual hirió en un brazo y una pierna. “Mi hijo también disparó, pero las balas que tenían eran de salva”, comentó el padre.
Peligroso
El terror en Fray Casiano crecía. Dos personas asesinadas y un intento de homicidio lo señalaban como uno de los sitios más peligrosos de Puntarenas. Reinaba la droga.
María Eugenia Gómez Rivas, de 19 años, fue la tercera víctima. Desde los 13 se metió en la drogadicción. Su cuerpo apareció en una casa abandonada. Ella fue ahorcada. Las causas de su muerte también podrían estar relacionadas con las drogas. “Me duele mucho que el responsable de esto no se encuentre en la cárcel por el asesinato de mi hija, sino por otra cosa”, explicó Teresa Rivas, madre de Gómez.
Y es que aunque Acuña se encuentre en la cárcel, el miedo que sembró en Fray Casiano todavía sigue vivo. Nadie en ese sitio quiere hablar sobre lo sucedido, ni siquiera dan declaraciones con identidad protegida.
La última víctima de esa ola de terror fue Norman Ernesto Quirós y las circunstancias de su muerte están relacionadas con la venganza. Un hermano de Norman tuvo un enfrentamiento con Acuña.
La familia de Quirós explicó que ese hecho es, para ellos, el detonante del asesinato. Mientras Quirós caminaba por la “Calle de la Muerte”, recibió tres impactos de bala de un arma calibre 22. Su muerte fue instantánea. Un agente del OIJ de Puntarenas dijo que el caso está en punto difícil: la ley del silencio sigue reinando.
Víctimas
Aurelio Ramírez
Edad: 36 años
David Avendaño
Edad: 24 años
Norman Quirós
Edad: 38 años
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“Lo he visto llorar, extraña a su familia”
Cristian Nole, abogado de profesión, y amigo de Acuña, asegura que es un buen hombre. Lo conoció cuando visitaba otros presos en la cárcel de Puntarenas.
Nole comentó que Acuña es una persona que le gusta ayudar a los demás. Tanto dentro como fuera de la cárcel. “Es un líder natural”, dijo el abogado.
Parece que el hombre que se encuentra encarcelado dista mucho de la imagen que tiene en el barrio Fray Casiano. “Tiene sentimientos, lo he visto llorar. Extraña mucho a su esposa y a sus hijos, pues no lo dejan verlos ni recibir la visita de su mujer”, comentó Nole.
El abogado indicó que él ha sido testigo de momentos difíciles de Acuña.
“Lo he visto en las audiencias abrazar a los chiquitos con una fuerza indescriptible, pues le hacen mucha falta”, explicó el abogado.
Nole aseguro que la persona que llegue a hacerse amigo de Acuña, tiene una amistad para toda la vida. “No sé si es cierto todo lo que dicen de él, pero, para mí, siempre ha sido una buena persona”, dijo.
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Un dolor bastante grande
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Jeannette recuerda todos los días a su hijo Rolando Avilés
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Jeannette Avendaño Bedoya tiene un dolor que no le cabe en el corazón. “Nada, ni nadie me va a devolver a mi hijo”, comentó Avendaño en su casa ubicada en el barrio Fray Casiano.
Ella es la madre de David Avendaño, asesinado en ese mismo barrio. “Tengo un dolor muy grande. No quiero tener problemas con este señor. Mis otros dos hijos están en la cárcel”, indicó la madre.
Ella permanece en su casa pues tiene la medida cautelar de casa por cárcel, ya que es sospechosa de vender drogas. “La única luz del sol que veo es cuando tengo que ir a una cita. Por lo demás, no puedo salir”, manifestó.
Ella aseguró que David era un hijo increíble. “Fue cristiano, estuvo muchos años en las cosas de Dios, trabajó en San José. Era un muchacho muy trabajador. Estuvo en la finca melonera y luego trabajó en la pesca”, comentó la mamá de David.
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Una infancia muy difícil
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Teresa Rivas, madre de María, comentó que su hija tenía siete años de estar metida en las drogas Rolando Avilés
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“Mami, te voy a pedir un favor, si alguna vez me encuentran muerta no me llegues a llorar, la verdad reconozco que te hecho mucho daño”, le dijo María Gómez, días antes de ser asesinada, a su madre Teresa Rivas.
La vida de María no fue fácil. Su madre la dejaba donde la abuela, porque ella tenía que irse a trabajar.
A los 13 años ingresó a un albergue del PANI y luego se tiró a la calle. Las drogas la consumieron.
En medio de su adicción tuvo dos niñas, las cuales ahora están con un familiar.
Su madre recuerda que ella llegaba a pedirle comida. “Siempre la traté muy bien para ver si ella se quedaba conmigo, pero era muy difícil”, comentó Rivas.
María Gómez era una mujer sencilla, no le hacía daño a nadie. “Ella era tranquila. Mi hija no mereció morir de esa forma. Le pido a las autoridades que hagan justicia, por ser una persona humilde no es justo que no se investigue su caso”.
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Era un muchacho trabajador
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Guillermo Ramírez, padre de Aurelio, dijo que desean justicia. Rolando Avilés
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La familia de Aurelio Ramírez quiere justicia. “David y María vieron cuando mataron a mi hijo, por eso fue que los mataron a ellos también”, comentó Guillermo Ramírez, padre de Aurelio.
El padre aseguró que durante este tiempo ha sido difícil, pero sabe que su hijo está en buenas manos. “Él había aceptado a Cristo. No podemos echarnos a morir, hay que seguir adelante”, indico Ramírez.
Estuvo internado en varios centros de rehabilitación, pero en el ambiente donde vivía era difícil mantenerse sin consumir. “Cuando nos dimos cuenta estaba muy avanzado en las drogas. Trabajaba en construcción y era un muchacho muy inteligente y buena persona”, dijo el padre.
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No le hacía daño a nadie
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Hace un año, Teresa Quirós lloraba la muerte de su hijo, Norman. Archivo
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Norman Ernesto Quirós era una persona adicta, pero no le hacía daño a nadie en el barrio. Así lo calificó su madre, Margarita Quirós.
Fogoso desde que era un niño, Quirós fue asesinado tras recibir tres impactos de bala de un arma calibre 22.
“Era un muchacho que cuando andaba plata, me daba a mí y también le daba a una vecina que era muy pobre”, manifestó la madre.
Norman Quirós era marinero. También era una persona que hablaba inglés a la perfección. “Era muy inteligente, con esa capacidad que tenía, se iba con los turistas y se ganaba su buen dinero”, recordó la madre. Las drogas lo atraparon y fue cuando empezó a cometer algunos robos para consumir.
“Él nunca hirió a nadie para robarle algo, no podemos ocultar eso, porque es parte de su vida, pero no era un asesino”, indicó la mamá.
Eduardo Quirós, hermano de Norman, recordó que su hermano era muy bandido, sobre todo en la escuela. “Cuando me daba cuenta tenía que salir corriendo con él porque había cometido una travesura”, dijo.
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La “Calle de la Muerte”, en Fray Casiano, se tiñó de sangre en el 2004 Alexánder Otárola
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