María de los Ángeles Navarro

Una madre de 10 mil horas

Voluntaria ejemplar en el Hospital Nacional de Niños se dice feliz por su labor

Como un agradecimiento al trato especial que le dieron a su hijo, doña María de los Ángeles Navarro prometió que ayudaría en el Hospital de Niños para retribuir dicha atención.

Ya pasaron 18 años, pero Navarro sigue en pie de lucha, asistiendo religiosamente todos los martes y viernes, de 8 a.m. a 3 p.m.

“A él lo trataron tan bien que prometí ayudar al hospital en cualquier rato que me quedara libre”, expresó Navarro.

“Doña Marielos”, como también la conocen, labora desde 1989 en el centro médico, pero no lleva la cuenta de sus horas en servicio. Hace poco recibió un reconocimiento por sus diez mil horas de trabajo.

“Fue una sorpresa. Creí que se lo iban a dar a otras señoras. Para mí las horas no cuentan. Agradezco a todas las compañeras, uno necesita motivación, pero cuando llegué me dije que nunca habría nada de esto (reconocimiento) solo trabajo”.

La voluntaria debe dividir su tiempo en dos: por un lado su hogar, donde vela por su esposo, dos hijos, un nieto de cuatro años y por el otro, el hospital.

Con lágrimas

El trabajo de voluntariado implica miles de alegrías y otro tanto de tristezas. Reconoce que en ocasiones se siente la madre de muchos pequeños.

“Hay veces que uno se encariña y al final los niños se van (mueren) o se los llevan a la casa y es una alegría por el éxito. Son tantas historias y muchas veces he llorado. Uno no sabe con qué se encontrará día a día, solo hay que dejar lo de la casa en la casa y estar lista para lo que Dios disponga”.

Se ha hecho amiga de pacientes por los que debió velar cuando estaban en pañales. “Hay una muchacha que a veces me visita. La vi cuando tenía 22 días de nacida, ahora tiene 17 años”.

Aparte de ser la “nana” de miles de pequeños, María de los Ángeles ha servido en muchos casos como consuelo de padres de familia que han debido enfrentar situaciones difíciles.

“He visto casos de madres que por muchos años han cargado una cruz. También he llorado por eso. Pero lo más difícil es consolar un niño, porque están empezando a vivir. ¿Cómo se les explica?”.