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 Internacionales Lunes 10 de diciembre, 2007, San José, Costa Rica.
   

Desgarrador mensaje de Ingrid Betancourt a su madre

“Estoy cansada de sufrir...”

Excandidata presidencial colombiana secuestrada por guerrilla de las FARC

“La vida aquí no es vida. Es un desperdicio lúgubre de tiempo”. Con estas palabras y la escena de la excandidata Ingrid Betancourt cabizbaja, flaca, triste, envejecida, el mundo volvió a cobrar conciencia, el pasado viernes 30 de noviembre, del drama de los civiles y militares secuestrados por las FARC en las selvas de Colombia.

Esa semana, autoridades colombianas detuvieron a tres guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y les decomisaron fotos, videos y cartas de rehenes, entre estas una de Betancourt –secuestrada desde desde el 23 de febrero del 2002–, dirigida a su madre, Yolanda Pulecio, y que reproducimos aquí con autorización de la Revista Semana:

Como mi alma...

Mañana lluviosa, como mi alma, Selvas de Colombia, miércoles 24 de octubre 8:34 a. m.

“Mi mamita adorada y divina de mi alma. Todos los días me levanto dándole gracias a Dios por tenerte. Abro los ojos a las 4:00 de la mañana y me preparo para estar bien despierta para oír tu mensaje en la radio.

Esa es mi ilusión diaria, oír tu voz, sentir tu amor, tu ternura y entrega en el compromiso de no dejarme sola, le pido a Dios que me permita algún día consentirte. Esta es una selva muy tupida, difícilmente entran los rayos del sol. Es desierta en afecto, solidaridad, ternura, por eso tu voz es mi cordón umbilical con la vida.

Sueño con abrazarte, con decirte mamita, nunca más volverás a llorar por mí.

En mis planes de vida, si llega algún día la Libertad, quiero mamita que pienses en vivir con nosotros, o conmigo, no más mensajes, no más teléfonos, no más distancia, no quiero que exista ni un metro de distancia entre tú y yo porque sé que todos pueden vivir sin mí, menos tú.

La única mujer

“Trato de hablar lo menos posible. La presencia de una mujer en medio de prisioneros que llevan 10 años cautivos es un problema”.

A diario me preguntas cómo es mi vida. Yo sé que Pinchao (policía que logró escapar) te dio muchos detalles. Bien, las cosas desde la fuga de Pinchao se endurecieron. Las medidas se extremaron y eso ha sido terrible. Me separaron de las personas con las cuales tenía afinidad y afecto.

Estoy mamita, cansada de sufrir. Estos casi seis años me han demostrado que no soy ni tan resistente, ni tan valiente ni inteligente como yo creía. He tratado de escaparme en varias oportunidades y de mantener la esperanza.

Pero me doy por vencida. Quisiera pensar que algún día saldré de aquí pero me doy cuenta de que lo de los diputados (asesinados en cautiverio), me puede pasar. Sería un alivio para todos”.

Pienso en mis niños...

“Siento que mis niños están en sus vidas en stand-by esperando que yo salga, y tu sufrimiento diario, y el de todos, hace que la muerte me parezca una dulce opción. Estar con mi papito, cuyo duelo no termino de hacer porque todos los días desde hace cuatro años lloro su muerte. Siempre pienso que ya al final voy a dejar de llorar, que ya cicatrizó.

Pero el dolor vuelve y se me echa encima, como un perro traicionero y vuelvo a sentir que se me despedaza el corazón. Estoy cansada de sufrir, de decirme que pronto esto va a terminar, y de ver que cada día es igual al infierno del anterior.

Pienso en mis niños, en Sebastián, en Mela, y en Loli. Tanta vida ha pasado entre nosotros, como si la tierra firme fuera desapareciendo en la distancia. Son los mismos y ya son otros.

Mamita, este es un momento muy duro para mí. Piden pruebas de supervivencia a quemarropa y aquí estoy escribiéndote mi alma tendida sobre este papel. Estoy mal físicamente. No he vuelto a comer. El apetito se me bloqueó.

El pelo se me cae en grandes cantidades. Aquí en la selva la única respuesta a todo es “NO”. Es mejor entonces no querer nada para quedar libre de deseos”.

Condiciones precarias

“Hace tres años estoy pidiendo un diccionario enciclopédico para leer algo, aprender, mantener la curiosidad intelectual viva, sigo esperando que al menos por compasión me faciliten uno. De ahí para adelante cualquier cosa es un milagro. Hasta oírte por las mañanas es un milagro, porque el radio que tengo es muy viejo.

Trata siempre de pasar como lo haces al principio del programa, ya después el radio coge muchas interferencias, y a partir de las 05:20 ya no puedo sino adivinar lo que estás diciendo.

La vida aquí no es vida. Es un desperdicio lúgubre de tiempo. Vivo, o sobrevivo, en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo.

Tengo una repisa donde pongo el morral con la ropa y la Biblia, mi único lujo. Todo listo para salir corriendo. Aquí nada es propio, nada dura, la incertidumbre y la precariedad son la constante. En cualquier momento dan la orden de empacar y duerme uno en cualquier hueco, como cualquier animal. Las marchas son un calvario porque mi equipo es muy pesado. A veces los guerrilleros llevan cosas mías pero se pierden o me las quitan. Lo único que he podido salvar es la chaqueta, una bendición porque las noches son heladas.

Ya vinieron...

“Es importante que le dedique estas líneas a aquellos seres que son mi luz, mi oxígeno, mi vida. Quienes no me dejan ahogarme en el olvido. Ellos son mis hijos, dales mi bendición. A Dios los encomiendo para que nunca les falte, y para que nunca se aparten de él. (...) Mamita, son tantas las personas a las que quiero darles las gracias por acordarse de nosotros, por no habernos abandonado. Solo el tiempo mide abrir las conciencias y eleva los espíritus.

En Colombia todavía tenemos que pensar de dónde venimos, quiénes somos y a dónde queremos ir. Yo aspiro a que algún día tengamos esa sed de grandeza que hace surgir a los pueblos...

Mamita, ya vinieron por las cartas. No voy a alcanzar a escribir todo lo que quisiera. A Piedad y a Chávez (Hugo, presidente de Venezuela), todo, todo mi afecto y mi admiración. Gracias por haberse interesado por una causa que es la nuestra (...) ...no quisiera despedirme. Te llevo en el alma mi mamita linda. Bueno mamita, Dios nos ayude, nos guíe, nos dé paciencia. Por siempre y para siempre. Tu hija”.

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En su carta, Ingrid agradece a Francia por “no claudicar en la defensa de nuestro derecho a ser defendidos”.

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Betancourt en 1998.

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Yolanda Pulecio junto a Hugo Chávez y su hija Astrid.

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