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Una noche con la policía de San José Cuando la ciudad duerme, ellos nos cuidan Un taxista asustado pide ayuda, otro fue asaltado en Alajuelita, en Barrio México un hombre está detenido por sacar un arma, el crack reina en la “Calle de la Amargura”... Alejandro Arley Vargasaarley@aldia.co.cr “Tranquilo, tranquilo, ya todo está bajo control”, me dice el Comandante mientras yo todavía tiemblo en el asiento trasero de la patrulla. “El hombre no está armado, si quiere baja”, continúa. Es la 1:00 a.m. del sábado 27 de enero. Pasamos por la rotonda del Rancho Guanacaste, al sur de la capital, cuando un taxista pita y grita desesperado porque un conductor que lo sigue de cerca, al parecer, amenaza con dispararle. La reacción es inmediata. En media rotonda, el comandante Carlos Zúñiga Masís, el sargento Hans Herrera y la asesora legal Carolina Cubillo se “tiran” de la unidad para atender el pedido de auxilio; mientras, yo busco la forma de ocultarme, previendo una balacera. Al final, no se da tal amenaza, ni hay arma, pero el susto... de eso sí que hubo bastante. Así fue el inicio de mi recorrido la madrugada de ayer por San José, en compañía de Carlos, Hans y Carolina, a bordo de “La 02”, una patrullita que tiene serios problemas de compensadores traseros. San José de noche Pocos se imaginan cómo es San José cuando la mayoría de sus habitantes duerme. La capital es una ciudad donde las drogas, la violencia doméstica, el escándalo en los karaokes y los hechos de sangre conviven en una especie de macabra armonía. Zúñiga es uno de los comandantes de ciudad, quienes realizan las tareas del Director Regional mientras este descansa. Es un hombre robusto, tiene 45 años de edad y 22 de estar en la Fuerza Pública. Cubillo es una abogada de 31 años, pero su pasión por los asuntos policiales la condujo hace seis a usar el uniforme azul. Ella asesora a los oficiales en el tema legal. A la 1:23 a.m. comprendí lo complicado que es para los policías llegar a las emergencias: los ticos no sabemos dar direcciones. Buscar “Los Filtros” de Alajuelita no fue fácil, el operador de radio no daba “pie en bola” y nosotros íbamos extraviados. “No es en la cima, es por el bar La Cima”, dice Zúñiga. Por fortuna se trata de un pequeño problema familiar, nada de consecuencias graves. A la 1:31 p.m., en la delegación de Alajuelita, el taxista Rónald Herrera nos cuenta su desgracia. “Me asaltaron, me golpearon y me amarraron las manos con un cable”, mientras muestra marcas del cuchillo con el que le punzaron el cuello y el pecho. Una a una las delegaciones van apareciendo ante mis ojos. Escazú, Pavas, Moravia, Tibás, Barrio México, Guadalupe, Coronado y San Pedro, que nos recibe con 35 piedras de crack decomisadas. Lo que se presagiaba como “una noche movida”, se va perfilando como un “X-2”, es decir, todo tranquilo. “La gente ve muchas películas y piensa que lo bueno de este trabajo es estar apuntándole a los demás, pero en realidad lo mejor es que cada noche no haya cosas que lamentar”, dice Cubillo. Luego de dormir unas cuantas horas, los tres oficiales ya tienen planes para su día libre: un paseo a Puntarenas les quitará el estrés cotidiano. A las 5:30 a.m. el sol ilumina la conflictiva calle de la amargura en San Pedro. Un “cafecito” me levanta el ánimo y anuncia la hora de la despedida. Camino a mi casa tengo una sensación distinta a la de muchas otras noches, por primera vez siento que en “Chepe” alguien me cuida.
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