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Las horas en los bares de San José son bien movidas “Águilas”, protagonistas de la fiesta del viernes en la noche Ticos invierten entre ¢6 mil y ¢ 15 mil, aproximadamente, en una buena pachanga Esteban Rojas Sáurezerojas@gmail.com La noche recién empieza, y decido ir primero al bar El Retrovisor, en San Pedro de Montes de Oca. Mi reloj marca las 10: 15 en un viernes de fiesta. En la puerta, me recibe Sergio Quirós, encargado de la entrada, un hombre pequeño de aspecto amigable, que me pide la cédula, algo que me sorprende porque, a estas alturas de la vida, que me soliciten una identificación es todo un halago. Sergio nos exige, al fotógrafo y a mí, que hagamos la fila para requisarnos. Ya adentro, el ambiente es de fiesta; grupos de muchachos, parejas y uno que otro que anda solo, para ver con quién puede compartir un rato ameno. Las cervezas se van de la barra llenas, y regresan minutos después sin una sola gota; el tráfico aéreo es cosa seria. Las águilas vuelas sobre nuestras cabezas, y, en algunos momentos, tengo que agacharme para no salir bañado.
La música electrónica me llama, las mezclas del Dj Nuk, inspiran hasta al más tímido a ponerse a bailar. A las 11, me acerco a una mesa, donde están Henry, José y Silvia, quienes trabajan en la misma empresa, y vinieron a tomarse “unas frías después del brete”; la cuenta asciende a ¢34.000. “Y eso que solo nos tomamos unas cervezas, unos tequilas y un surtido”, señala José, un tanto sorprendido. Me acerco a conversar con un par de muchachas que están sentadas solas, les explico el reportaje que estoy haciendo, pero el acompañante de unas de ellas me quiere matar con la mirada. Entonces, le explico que estoy trabajando y, la verdad, no queda muy convencido. Cada vez que paso por la mesa donde están sentados, el hombre me hace caras. Me preocupa la situación, pues es enorme; para evitar problemas, busco nuevos horizontes. A medianoche, me voy para el bar Raíces, pero mi sorpresa es grande, al comprobar que está cerrado. Camino un poco, y llego a Sand. A esta hora no hay mucha gente, los que están dentro toman tranquilos, con música a volumen moderado. Tomo un taxi para dirigirme a La Esquina, aquí no cabe ni un alma, está totalmente lleno de jóvenes entre los 19 y 29 años. La música pop da un ambiente más tranquilo y se pude conversar . E este lugar, las águilas tampoco dejan de sobrevolar el lugar. Manfred Zamora tiene dos años de trabajar en La Esquina: “este es un bar tranquilo donde cada semana hacemos eventos especiales. Aquí viene todo tipo de gente, desde personas con los pelos rojos y morados hasta otros comunes y corrientes, todos son bienvenidos”. Los trabajadores de La Esquina me comentan que cerca de un 40 por ciento de sus clientes se acerca al bar por los menos tres o cuatro veces por semana. TLC para entonar Ya es la una de la mañana, me dirigo a Rafa’s. Imposible, es tanta la gente que no puedo entrar; afuera, las personas se agrupan frente a los carros y ponen música para seguir la fiesta. Ya que no hay campo, y para no perder el ánimo, me voy para Area City, también a reventar. La música de los 80 me recibe desde la puerta. Lleno, lleno, todos tomando de pie, es tan buena la fiesta que hasta el dueño, César Luna, se apunta a bailar. ¿De qué puede hablar la gente en un bar? ¡Sorpresa! Desde política hasta religión. A la 1:30, dos jóvenes, cerveza en mano, se enfrascan en una acalorada discusión sobre el TLC y las políticas del gobierno del presidente Óscar Arias. De pie cerca de la barra, me pregunto “¿qué pasaría si en este momento se viene un temblor?, ¿para dónde nos movemos, aquí no entra nadie más?”. A las 2:05, cuando el cuerpo ya no aguanta, pese a la bebida energética que me tomé antes de salir de la casa, observo un grupo sentado en la acera tocando guitarra y bebiendo como si fueran las dos de la tarde. Frente al cine Magaly, tomo un taxi, el chofer del vehículo –que no pone la María– me cobra ¢1.500 por llevarme a Moravia. Me estoy poniendo viejo…Termino asombrado por la gran cantidad de jóvenes que salen todas las noches y llegan a sus casas pasadas las cuatro o cinco de la mañana. “A las 10 de la noche se inicia la fiesta, lo que no se sabe muy bien es a qué hora se termina”, comentó una de las fiesteras que conocí en esta aventura para ver las pachangas de cerca.
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