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Singular comunidad de Cabécares escondida en los altos del Talamanca Los rostros de Piedra Mesa Hombres, mujeres y niños se aferran a cultura de cientos de años Allen Camposredacción@aldia.co.cr Telire, Limón. - Una enorme piedra para moler maíz o cacao en forma de mesa, situada a un lado de la plaza, es lo que le da nombre a la comunidad indígena de Piedra Mesa. Localizada en Los Altos del Talamanca, en la cordillera de ese mismo nombre en nuestro país, es un territorio de cabécares. Las aguas del río Telire corren a prisa, burlando los cerros, para desembocar en el Sixaola. Telire es lo único que se mueve a gran velocidad porque en esta tierra todo camina lento. Al llegar, pocas personas salen al encuentro de los foráneos, quienes son fáciles de distinguir porque aquí todo el mundo se conoce, hasta por el nombre. No es raro ser observado: al caminar entre las casas, se notan varios ojos mirando con curiosidad y miedo. Los niños logran ver a través de las cañas (paredes de las casas), por donde de día se abre paso la luz y en las madrugadas, el frío. Caminos y puentes Los trillos, húmedos por la mañana, duros como concreto al mediodía y de barro por las tardes, en estas montañas son los únicos medios de comunicación entre vecindades y el resto del país. El ancho del camino será siempre el de una persona. Al toparse con otra, tras horas de andar, hay que hacerse a un lado, no sin antes saludar y poner al tanto al recién llegado de lo que ha acontecido en los últimos días. El peligro mayor al recorrer las montañas, arriba y abajo, es cruzar los improvisados puentes sobre los ríos: cuatro troncos entrelazados entre sí con corteza de caña, es lo que une los caminos que se cortan por el agua de los ríos. Sin duda, todo un riesgo y una gran proeza a la vez, en especial, para los niños y las madres con bebés en brazos. Las familias cabécares son “jefeadas” por el hombre, quien cosecha y construye, pero la mujer es la que más trabaja. Ella lleva los alimentos a la casa, muele y atiende las necesidades de todos los hijos. Los niños forman parte importante de la mano de obra, por eso, en promedio, cada familia posee hasta ocho miembros. Todos viven bajo un mismo techo, en una casa circular hecha de troncos, tablas, paredes de caña y techos de paja. En el centro, el fuego para cocinar de día y proveerles calor por las noches. En los extremos, hay camas colgadas de las paredes. Toda la casa se puede conocer, sin mayor problema, de un solo vistazo, no hay separaciones interiores. Perros, chanchos y gallinas parecen ser mascotas, pero estas duermen dentro de la vivienda, como otros miembros de la familia en busca de calor y refugio cuando caen las lluvias.
En la Piedra Mesa que encontré en este recorrido, los días son muy cortos y las noches muy largas; siempre llueve en la tardes. Es una zona que no se puede quedar sin ayuda, pero tampoco sería correcto intervenir o tratar de cambiar las creencias y costumbres de estas gentes cuya cultura ha sobrevivido a lo largo de cientos de años. Desde que los españoles llegaron a sus montañas.
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