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 Sucesos Domingo 01 de julio, 2007, San José, Costa Rica.
 

Trailero que cayó a guindo de 180 metros en la Braulio Carrillo

“¡Dios, no quiero matar a nadie!”

Salió del tráiler por sus propios medios y escaló hasta la carretera para pedir ayuda

Jorge Quesada colaborador

Carretera Braulio Carrillo. - Las inclemencias del tiempo le jugaron una mala pasada a Greivin Hernández, quien el jueves pasado, a las 4:30 p. m., cayó con su tráiler a un guindo de 180 metros, poco después del antiguo peaje de la carretera Braulio Carrillo.

Allí, la lluvia y la intensa niebla le quitaron la visibilidad al joven, de 25 años y, repentinamente, se percató de que tenía varios carros en frente, y que, pasar al carril contrario, significaría matar a quien pudiera venir por el otro sentido de la vía.

“Yo amo este trabajo al frente del volante”.

Greivin Hernández trailero.

“Solo tuve tiempo de tratar de frenar un poco y pensar: ¡Dios, no quiero matar a nadie!; cuando me di cuenta, iba volando barranco abajo”, comentó Hernández, vecino de Alajuela.

Con poco más de un año de experiencia como chofer de camiones, recordó que no tuvo chance de asustarse mientras caía libremente, y mucho menos lo hizo cuando las ocho toneladas del cabezal y la carreta que conducía se detuvieron en medio de la intensa maleza.

“A penas sentí que el camión se paró, solo acaté a salir porque sabía que, como el guindo era mucho más profundo, podía seguir cayendo y quedar listo ahí”, confesó Hernández, quien al día siguiente, de milagro, solo tenía algunos raspones tras un incidente que le pudo haber quitado la vida a cualquier persona.

Cuando sintió que el camión se detuvo, rápidamente pateó el parabrisas con todas sus fuerzas y se salió por la ventana. “Ahí le di gracias a Dios de que siempre he sido una persona serena, porque recuerdo que solo vi para arriba y no pensé en otra cosa que no fuera llegar hasta el borde de la carretera. No pensé en miedos, heridas u otras consecuencias; escalar era lo único que me importaba”, expresó.

La parte más fuerte de la prueba vino a pocos metros de llegar a a su meta, en donde ya se veían algunas personas esperándolo pero que, para su desgracia, no tenían ninguna herramienta con la que lo ayudaran a subir. “Sentí que las fuerzas no me daban, pero nuevamente Dios no me desamparó y seguí subiendo; al final, llegué y cuando me dieron la mano pensé: Siempre hay una mano amiga para ayudar al que lo necesita”, dijo sereno.

Pasión al volante

Luego del accidente, Hernández comentó que muchos de sus amigos y también familiares le recomiendan que se gane la vida de otra forma, pero él se niega a dejar el “brete que ama”. “Los estudios nunca fueron mi fuerte, ni tampoco las oficinas. Yo amo este trabajo, conozco gente y ando por muchas partes bonitas del país. Uno se va cuando Dios lo llame, no antes”, expresó Greivin con un tono alegre y positivo.

De momento, se ríe de las bromas de sus amigos quienes le han puesto apodos de toda clase. “Me pusieron el gato, y otros me dijeron que lo que me pasó fue como una buena película de acción”, dijo. Actualmente, desea seguirle sacando provecho a la vida y recuperar su herramienta de trabajo: su amado tráiler.

Foto: 1644281

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Los oficiales de socorro quedaron sorprendidos.
Manuel Vega.

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