Pido la palabra
Un par de nalgadas no me mataron Antonio Alfaro
periodista
analfaro@aldia.co.cr
Los abuelos educaron a punta de “chilillazo”, nuestros padres echaron mano a un par de fajazos, mientras mi generación se debate entre unas nalgaditas o las modernas tendencias de educar sin violencia.
Todavía sin la dura tarea de educar hijos, la simple teoría se me hace un enredo, mientras en la Asamblea Legislativa avanza la “prohibición de castigar o maltratar física o emocionalmente como forma de corrección”.
“Trapeada”, “fuete” y “fajeada” parecen palabras sacadas de un anticuario.
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Es evidente que la inmisericordia de los abuelos infundía más miedo que respeto, aunque un par de nalgadas -pienso todavía- no le hacen daño a nadie.
¡Está bien! Supongamos ahora que la faja es solo para los pantalones (¡ojalá la usarán algunos adolescentes que los andan a media nalga enseñando los “bóxers” de Looney Toons!).
Supongamos que es posible. Intentémoslo, deseando que el proyecto de ley se convierta en elemento de unión familiar. Porque así, de buenas a primeras, no faltará el hijo que amenace con demandar al padre. Peor aún si se trata de la citada agresión emocional, así, en términos generales , ¿prohibirle la tele?
Voy a creer que los niños entienden con palabras. ¡Ah!, pero si de algo no me queda duda es que a los grandes nos falta un poco de chilillo, ¿no cree?, para obligar a conducir sin licor, por ejemplo. Usted tendrá otros ejemplos.
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