Desde mi espejo
¡Ay, esos boleros! Haydée de lev
Las letras de las canciones no resisten un análisis muy profundo, y aunque muchas hemos sentido fuertes emociones con la letra de los boleros, escuchando detenidamente vemos que nos colocan en un pésimo lugar. Ejemplos sobran. “La mujer que al amor no se asoma, no merece llamarse mujer”. ¿Hasta dónde tenemos que asomarnos para no perder la condición femenina?
“Ni siquiera sientas pena por dejarme, que este trato, no es con vos”.
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Y otro bolero nos advierte: “Se te olvida, que hasta puedo hacerte mal si me decido”. No hay que ser muy sutil para ver en estas estrofas al macho acosador y amenazante.
“Yo no sé cuánto me quieres, si me extrañas o me engañas, solo sé que vi llover, vi gente correr y no estabas tú”. Si el hombre amado me dijese eso sin música y en medio de una conversación, le diría que consultara urgentemente el diccionario para que estableciera la diferencia entre extrañar y engañar.
Nos piden: “Bésame, bésame mucho”. Nos suplican: “Arráncame la vida con el último beso de amor”. Nos acusan: “Hay en tus labios en flor un veneno mortal”.
Nos tratan de asesinas y, sin embargo, embobadas con la melodía, ni nos damos cuenta. Yo creo que hay que tener una respuesta (en bolero, naturalmente) para la mayoría de quienes nos depositan en el oído, o de viva voz, nuestras culpas perennes: “Por mi parte, te devuelvo tu promesa de adorarme, ni siquiera sientas pena por dejarme, que este trato, no es con vos”.
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