En la tierra del “Tío Sam”

La Torre de Babel

Medford hablaba en español, el técnico de Canadá lo hacía en inglés, el de Islas Guadalupe en francés y el de Haití optaba por español o el inglés según quien le preguntara.

No menos variedad había entre los periodistas, en la más fiel y moderna representación de la Torre de Babel.

Al menos cuatro traductores participaron de la conferencia de prensa, en la que me temí pudiera terminar en “teléfono chocho”, más aún cuando algún traductor titubeaba, ponía pausa a sus palabras, pedía al técnico que le repitiera la idea, o traducía con algún detalle de menos.

Como si no fuera suficiente, intenté una vez finalizada la conferencia obtener la opinión sobre Costa Rica del técnico de Guadalupe. Mi medio inglés y el medio inglés suyo difícilmente harían uno completo –en esto de los idiomas no es como en las matemáticas, donde medio más medio da siempre uno-.

Mi francés, el idioma de él, se reduce a un “Merci” (gracias), “Tre bien” (muy bien), “Je ne parle francais” (un incorrecto “yo no hablo francés”), “Monsieur” (señor) y “Merci” otra vez. ¡Ah! ¡Y Moulin Rouge!.

Y su español, supongo, a lo mejor se iba a desempate por penales con mi francés.

Eché mano a uno de los traductores de la conferencia, pero éste hablaba solo francés e inglés. Se nos sumó un segundo traductor, que hablaba español e inglés, pero no francés. Así, la ensalada, yo hacía la pregunta en español, un traductor la pasaba a inglés y el otro le daba el acabado en francés… ¡y va de vuelta!

El técnico respondía en francés, un traductor la pasaba al inglés (ya ahí medio entendía) y por último al querido español. Ningún problema para entendernos perfectamente y sin contratiempos, a fin de cuentas, todos hablamos el mismo idioma: fútbol.