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Martes 12 de junio, 2007, San José, Costa Rica. |
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“Sele” logró boleto con rendimiento mediocre: apenas el 44% Estamos con vida, pero... ¡cómo se sufre! “Creo en ustedes contra quien put...sea”, dijo Tulbovitz a los jugadores Antonio Alfaroanalfaro@aldia.co.cr Miami, Estados Unidos. La “Sele” luchó, sufrió, le costó. Y lo logró. Estaba al borde de la eliminación y hasta parte de la afición pareció haber perdido la fe. Esta vez hubo menos ticos en el estadio. Quizás temían lo peor, por más que la Selección mejorara en el partido anterior y que Medford dijera “tendrán que dejarnos a todos muertos en la cancha, si nos quieren eliminar”.
Entonces muy temprano en el partido Wálter Centeno mantuvo su alianza con el gol, con un buen tiro libre en el borde del área. Superó la barrera y la dejó fuera del alcance, le dio la ventaja al equipo tan rápido como era necesario, para no caer en ansiedad, y de esta manera empató a Paulo César Wanchope como el mejor goleador tico en Copas de Oro, con ocho tantos acumulados. Centeno va a gol por partido, anotador de todos los goles de la Tricolor, justo lo que a veces falta para completar el paradón de Porras, el esfuerzo de todos para presionar al rival, el corte oportuno de un Víctor Cordero, el despeje a tiempo de Gabriel Badilla y hasta las intenciones de Medford. El técnico arrancó con tres cambios con respecto al partido anterior, apostó por la velocidad de Alemán en lugar del olfato de gol de Fonseca, incluyó de nuevo a Wallace en la alineación y dejó a Leo González en banca, para lanzar por la banda izquierda a Andrés Núñez. La disposición y la buena puntería de Centeno dieron pronto la ventaja, pero estaba por verse si el equipo era capaz de mantenerla (el 1-0 a favor había durado tan solo un minuto contra Canadá, y diez ante Haití). Era el momento de echar mano a la táctica, la estrategia y hasta el desayuno de la mañana, por no decir a los gritos de Tulbovitz cuando a las 10:30 a.m. puso a los jugadores a hacer piques, a la orilla de la piscina del hotel. “¡Creo en ustedes contra quien put... sea!” les gritaba el preparador físico de la Tricolor. “¡Tenemos que comérnoslos crudos!. Con sal o sin sal es cosa de ustedes, pero tenemos que comérnoslos en la cancha”. -Esta mañana- continuó diciendo Tulbovitz- recibí una llamada, para preguntarme si queríamos el vuelo de regreso, para mañana o al día siguiente. “¡Le rompí el teléfono! ¡Me querían tomar el pelo! ¡Le rompí el teléfono al tipo!”. Me acordé de aquello en el inicio de la segunda parte, cuando Guadalupe dio muestras de irse encima con todo. Costa Rica había dejado de llegar con claridad y para colmos el árbitro no había pitado lo que pareció penal contra Saborío. La mínima diferencia no era garantía y menos ante la posibilidad, aún con la victoria, de quedar empatados en puntos, incluso con varios equipos. El segundo gol urgía. Medford también lo pensaba, a juzgar por sus cambios: metió a Cubero, Fonseca, Gabriels, como si quisiera aplicar aquello de la “mejor defensa es el ataque”. Con piernas frescas quizás pretendía presionar la salida al rival, incomodar, como lo hizo Cubero, barriéndose como un defensa para enviar la pelota al saque de banda, y frenar el ataque caribeño a cuatro minutos del final. La “Sele” estaba cerca, pero un gol a esas alturas sería fatal. Saberlo, quizás le metió un poco de nervio al equipo: se fallaba el pase, se sacaba agua del bote… hasta que Windell tomó el balón y en vez de irse al frente en un intento solitario, hizo lo que debía hacer: tocar atrás a Centeno. La pausa. El pase en corto. Guadalupe volvió a atacar y nada estuvo seguro hasta el pitazo final. Perdón, ni en ese momento, porque de haberse dado un 0-0 en el partido posterior entre Canadá y Haití, hubiese sido necesaria una rifa para definir posiciones. Así de complicado estuvo. Pero se logró y ahora vamos contra el segundo del Grupo C.
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