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 Nacionales Domingo 09 de septiembre, 2007, San José, Costa Rica.
   

XXIII domingo del Tiempo Ordinario

Carguemos nuestra cruz

Alvaro Sáenz Zúñiga

Presbítero

Saludo a los lectores a quienes empezaré a acompañar cada domingo, día del Señor, con el comentario del Evangelio, sucediendo al ilustre presbítero Mario Montes Moraga.

La esperanza que me ofrece la fe cristiana es grande, pero es claro que, al intentar asumir la fe, las cosas se me irán poniendo cada vez más exigentes. Hoy domingo, por ejemplo, el Señor me pone ante una encrucijada muy simple y clara, y lo hace con su palabra fuerte, su testimonio firme y su agitado dirigirse a Jerusalén. Señala una certeza: para el creyente, nada puede ser más importante que Jesús, el Cristo.

En el fondo, el Señor quiere que yo “aprenda a vivir”. Eso de “vivir” es una aventura riesgosa que me implica totalmente, a ello debo dedicarme por completo. Al “vivir”, ejerzo el derecho a existir que el Señor me dio, y, a pesar de los progresos que hago, muchas veces la vida me parece un montón de excesos y errores, pero es que lo esencial es a veces invisible.

Dios me pide “aprender a vivir”, y para ello debo estudiar en la escuela del amor, avanzar junto al que es “el camino, la verdad y la vida”.

Como en aquellos días, Jesús sube hoy a Jerusalén caminando delante de mí. Va presuroso hacia su meta y plenitud. Jesús sabe que en Jerusalén está el zenit de su peregrinación y su triunfo, pero sabe también que, para alcanzar ese triunfo, deberá primero pagar por mis pecados con su sangre.

Si yo quiero compartir ese triunfo debo, pues, imitarlo a él. Jesús me llama hoy a aprender a caminar como él, sirviendo a los demás, sirviendo sobre todo al que sufre, al que llora, al que tiene hambre, al que está triste, servir a la verdad que nos hace libres.

Algunos, es verdad, pretendemos ir caminado detrás de Jesús. Pero somos apenas aprendices suyos, aficionados, quizá admiradores de Cristo. Nos falta mucho para llegar a ser sus discípulos. Y es que seguimos apegados a lo que no es Dios.

El Señor hoy me dice con todas sus fuerzas: “Si alguno quiere venir en pos de mí y no me ama más que a su padre, o a su madre, a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

No queda alternativa. Cristo parece drástico y con cierta radicalidad. Pero es que la única opción: imitarlo a él. Solo así podré encontrar la meta, el triunfo final, la gloria prometida.

Cristo me asegura que viviendo de esta manera podré seguir en la senda única que me conduce al Padre, para ser abrazado por él. Asumir la cruz, para ser transformado por la gracia de Cristo. La clave de la felicidad está en aprender a vivir para servir a los demás.

Feliz día del Señor.

Foto: 1719292
Jesús cargó una cruz para librar nuestros pecados.
Internet.

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