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 Nacionales Domingo 09 de septiembre, 2007, San José, Costa Rica.
   

Los trabajos informales

Ellos la “pulsean” en la calle

Desde maromeros hasta “floreros”, todos luchan por subsistir en las vías públicas

Franklin Arroyo González
Colaboraron: Roger Amoretty y Rolando Avilés

Están acostumbrados a las miradas atónitas de niños y adultos y a la mano del conductor que les deposita una moneda.

Jocoteros mudos

Los jocoteros no hablan por temor a que las municipalidades tomen represalias contra ellos. En tres puntos distintos se negaron a la entrevista.

A punta de piruetas, danza y mucho equilibrio, con fuego en ocasiones, los “maromeros” se ganan el sustento en la calle ; de la voluntad de quienes los aprecian, aunque no falta el grito burlesco de “¡trabajen vagabundos!”, o el pito del trailero que por molestar, los quiere sacar de concentración, o pegarles un susto.

“Hay que tener mucha energía y concentración para que a uno no se le caigan los juguetes”, expresa Andrea Méndez, que hace los deleites de los conductores frente al Hipermás de Guadalupe y en ocasiones en el Paseo Colón.

“Soy una ‘semaforera’, la única que vive totalmente de esto. No sé cuántos más habrá, pero es un grupo pequeño”, dijo.

Es una forma de subsistencia, de entretener a otros, de estar en lo que uno quiere.

“No voy a revelar cuánto gano, porque hay otras personas que realizan trabajos informales donde yo me ubico, pero puedo decir que me va bien”, expresó.

Sin embargo, no es la única. Frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, nos encontramos a Carlos Aguilera, otro maromero que divierte a los conductores mientras el semáforo está en rojo.

“Vivo de esto, pero no siempre en la calle. Me presento en actividades privadas también”.

Incluso, existen el circo Vivo y el circo Camote, que hacen espectáculos para fiestas privadas.

“Frutero a mucho orgullo”

Foto Flotante: 1719227

Antes de las 4 de la mañana, don Manuel Sánchez ya está en pie y montando su puesto en las inmediaciones de la Universidad de Costa Rica.

Las frutas son su modo de subsistencia. Le generan alrededor de ¢100.000 semanales, en promedio y tiene clientela fija que casi todos los días le compra.

“En las frutas existe como una canasta básica, que es el banano, la sandía, la papaya y la piña. Eso se vende bien y siempre y todo el año hay”, confiesa.

Dice que todos los días compra sus productos en el mercado y que con lo que gana, le da para vivir. “Ahí se defiende uno. La mejor hora es entre 7 y 8 a.m. y luego entre 10 a.m. y 12 m.d.”, explicó.

A Sánchez le compran todo tipo de personas, desde estudiantes hasta los peatones que pasan frente a su puesto y los conductores, que por lo general piden naranjas o pipas.

“Todas las frutas dejan parecido. A veces la papaya está a ¢150 el kilo y sube a ¢250, pero mantengo el precio”, dijo.

Un “Morado” en el Puerto

Foto Flotante: 1719910

Su personalidad amable y alegre son razones para que el oficio informal de Máinor Antonio Mora Chavarría le permita mantener a su familia.

Conocido como “Morado”, tiene 20 años de recorrer los barrios del Puerto, donde los vecinos le dan lo que ya no les sirve o no desean conservar.

Incluso, una bicicleta que le regalaron la semana pasada se la dio a sus hijos.

“Yo no tuve estudio y es muy difícil conseguir trabajo, pero con esto no hay que estudiar, sino tener amabilidad, tranquilidad , ser muy alegre”, afirma entre sonrisas.

El trabajo es de todos los días y arranca a las 4:30 a.m. Gracias a ello saca adelante a sus seis hijos entre los 16 y 6 años, junto a su esposa Milagro Ramírez. Hace dos años tuvo un derrame y la vio muy mal, pero desde hace seis meses ya está recuperado.

Con su “Carreta Morada”, visita El Roble, la China y urbanización Monseñor Sanabria.

Con cuadros, sillas y hasta ollas, le surgió la idea de poner un negocio al que llamó “El gallo más gallina”, en su casa, en Bellavista de El Roble.

El arte de aprender solito

Foto Flotante: 1719910

Carlos Aguilera, aquel muchacho del liceo Rodrigo Facio de Zapote, quería aprender lo que había visto tantas veces en la calle, hacer piruetas con las clavas y entretener a la gente.

Y junto a su compañero, Gabriel Guillén, se propusieron a hacerlo y aprendieron el arte.

Hoy se defiende solo, frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, donde con sus malabares hace de las suyas, mientras el semáforo está en rojo.

“Vengo como tres veces por semana. A uno le va bien, pero tanta lluvia nos está afectando”, explica Aguilera, entre los recesos que el semáforo le da, en verde.

Luego se va, hace su rutina y al menos dos conductores le dan alguna moneda. En cierto modo, se la juega, con la cantidad de autos que pasan, aunque no fue uno de cuatro ruedas el que lo atropelló. “Fue una bicicleta, salió de entre dos carros y me arrolló. Caí como a tres metros”, dijo.

“No es un trabajo tan duro”

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Óscar Hernández lleva ya dos años ganándose la vida como “florero”, en las inmediaciones de la Facultad de Derecho en la Universidad de Costa Rica.

Ofrece rosas a los conductores y dice que le va bien.

“En realidad no es un trabajo tan duro, pero últimamente se ha dificultado por la lluvia”.

“Yo vivo solo y me sustento de esto, me deja como ¢30.000 por semana. Por lo menos uno pasa sin necesidades”.

El objetivo principal de Hernández son los vehículos, pues la mayoría de sus clientes son conductores que desean llevar un obsequio a su pareja.

“Lo que más se vende son los ramos que cuestan ¢2.000. Yo le vendo a un muchacho que me trae las rosas aquí y gano una comisión”, expresa.

Además, agrega que hay días que son buenos para ellos como el de la Madre, el del Padre o el de los Enamorados.

“Para nadie es un secreto que en esas ocasiones nos va bien. Pero rosas compra todo el mundo, hombres y mujeres”.

Hernández dice que el trabajo es bastante bueno, pues los riesgos son mínimos en esta ocupación, pese al constante peligro de los carros. “A mí nunca me ha pasado nada”, dijo.

El tilichero limonense del “Gran Tucán”

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Quizá lo más conocido de la venta de Edwin Loaiza en el parque Vargas de Limón, es su carreta llamada “Gran Tucán” donde el cliente encuentra toda clase de tiliches.

Loaiza se inició como copero, pero el costo de la vida y las malas ventas de ese producto, pese al calor caribeño, lo hicieron buscar un complemento y lo encontró en los tiliches.

“Los sábados y domingos que es cuando viene más gente, son los mejores días. Los que más se venden son los inflables. Los niños los buscan mucho”, expresó Loaiza.

El “tilichero” gana entre ¢8.000 mil y ¢10.000 diarios, pero confiesa que hay días malos, sobre todo, cuando la lluvia le arruina el día por los copos.

“Con eso vivo, gracias a Dios tengo mi casita y me da para sobrevivir, junto a mi esposa Margarita Navarro. Mis tres hijos ya están grandes”.

En su “Gran Tucán”, Loaiza ya lleva catorce años y dice que cuenta con clientela fija que más bien, le pide cosas.

“Cuando voy a San José a comprar mercadería, ellos mismos me encargan productos. Por dicha, porque es una buena forma de mantener el negocio”.

Sin embargo, dice: “Todo ha subido, cuesta ganar la platica”.

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Andrea Méndez dice que no es cualquiera el que se dedica a esto. Se debe estudiar danza, expresión corporal y teatro, entre otros, y tener vocación.
Rafael Pacheco.

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Laura Alfaro y María Paz Argüello forman parte de los circos Vivo y Camote, aunque también trabajan en la calle. Para contratar el espectáculo llame al 229-6189 ó 388-3901.
Allen Campos.

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