Amado Hidalgo
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Un día de estos mi amigo Alex Mazón debatía con sus compañeros de Radio Monumental acerca del mejor jugador de la historia y aunque citaron a tres más (Cruyff, Zidane y Di Stéfano), como siempre la discusión llevó a la pregunta inevitable: ¿Quién fue mejor: Maradona o Pelé?
Yo quiero meter la cuchara desde aquí. Pelé fue un jugador muy completo, pero a su grandeza colaboró un súper equipo, con Garrincha, Didí, Vavá, Tostao, etc. Maradona, en cambio, se echó al hombro una discreta selección argentina del 86 para llevarla al título mundial y cuatro años después, desgastado físicamente, igual la puso en la final.
El Nápoles era un equipo de perdedores, sin historia, hasta que llegó Diego y lo llevo a ganar todo, a punta de esa gambeta incontrolable que permitió a un jugador de su estatura imponerse a los más férreos defensas.
Porque ese fue otro mérito del “10” albiceleste. Jugó en una época y en un país donde el rigor físico y la disciplina táctica se apoderaron de las canchas. Pelé jugaba con muchos hombres de compañía en el ataque y en un tiempo donde las goleadas eran más frecuentes.
Maradona se habría dado gusto entre tantos jugadores brillantes como los que acompañaban a Pelé. Este habría tenido mucho trabajo vestido de argentino o comandando el Nápoles.
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