Christian CAMPOS, corresponsal
Rodolfo MARTIN
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Abangares, Guanacaste. - “Voy a hacer unos piques para la siembra del maíz, pero regreso rápido para compartir la comidita, no me vayan a dejar sin mi gallito”, manifestó, cuando salía de la casa, Víctor Hugo Salazar Salazar, de 55 años.
Eran las 4:30 p.m. de anteayer en el poblado de San Joaquín, situado 16 kilómetros al noreste de Las Juntas.
La nieta mayor, Johana Gómez, acababa de anunciarle que había ganado unas apelaciones y, por tanto, ya era bachiller.
La familia Salazar, en el acto, a escondidas y con mucho amor, organizó una cena sorpresa, a la cual uno de los principales invitados sería el abuelo.
Salazar, orgulloso, partió en la bicicleta, no sin antes advertir que lo esperaran. En ese momento, una pequeña llovizna con rayería comenzaba.
Salió solo, y por eso nadie vio que uno de los rayos lo alcanzó pocos minutos después de que llegó a la finca.
Al aproximarse la hora de la cena y percatarse de que el abuelo no llegaba, algo extraño en él porque era muy puntual, comenzaron a preocuparse y a preguntarse dónde estaría.
Víctor Eduardo, uno de los hijos de Salazar, junto con un cuñado y un sobrino, fueron a buscarlo a eso de las 6:30 p.m.
Al llegar a la finca, vieron la bicicleta y llamaron “papá… papá”, pero nadie respondió.
Luego, a unos cuantos metros, yacía tendido y fulminado por uno de aquellos rayos que habían caído un par de horas antes.
A Salazar lo recordarán como un futbolista nato, de aquellos delanteros que gustaba de domingos de fútbol.
Además, era fiscal del comité del acueducto rural.
Los funerales serán hoy.
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