Alejandro Arley Vargas
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De voz grave y verbo pausado, el estadounidense Martin Cooper evita hablar de su fama.
A sus 80 años, el inventor del celular mantiene intactos la chispa e ingenio con que dio vida al aparato que cambió el mundo.
Ingeniero electrónico de profesión, en 1973 hizo la primera llamada desde un teléfono móvil en Nueva York. Aunque podría gozar de su retiro, dirige la compañía ArrayComm y apoya la de su esposa, Arlene Harris.
Por el 35.º aniversario del celular, su foto e historia estuvieron en todo el mundo. ¿Qué se siente ser tan famoso?
(Ríe) Bueno, debe saber que yo no vivo en el pasado. Es bonito que la gente reconozca cuán importante es el teléfono celular, pero es más importante para mí que respeten mi opinión acerca de lo que va a pasar en el futuro.
En Costa Rica somos 4 millones y 1,7 millones tiene un celular. ¿Qué opina?
Prueba que el celular mejora la vida. No es una manía, el mundo descubrió que la gente tiene más tiempo para hacer cosas importantes. En Costa Rica hay 1,7 millones de celulares, pero luego habrá más de uno por persona.
¿Cómo cree que su invento cambió el mundo?
De muchas maneras. La más importante, dio libertad a la gente de estar en cualquier lado y seguir conectado.
¿Hay algo que no les guste del teléfono celular?
Sí, por supuesto. No nos hemos dado cuenta de cómo el celular puede invadir la privacidad de otra gente. No hemos aprendido que cuando estamos en el cine, el celular se apaga.
La gente manda mensajes de texto mientras come y contesta en lugares que no debe.
Eso es muy descortés. La gente no debe hablar fuerte cuando hay otras personas alrededor. No es necesario, la tecnología del aparato permite hablar bajo.
Aquí pasan otras cosas negativas. Los ladrones matan para robar un celular.
¿De verdad? No sabía. No me gusta ver a nadie herido de ninguna forma. No creo que sea solo por el celular.
Lo venden para que les pongan otra tarjeta SIM…
¿Le ponen otra tarjeta SIM? ¡Oh por Dios! Hay que buscar la solución. Yo creo que en 20 años el celular será tan pequeño que podrá estar inserto en el cuerpo y eso evitaría los asaltos.
¿Cómo sería?
Con un audífono detrás del oído, un micrófono para hablar y una computadora que entienda las órdenes. El cuerpo es un gran suplidor de energía, uno crea más energía en el cuerpo de la que el celular necesita.
¿A qué se dedica?
Tengo dos compañías. Una hace tecnología y el propósito es volver más bajo el costo de la telefonía celular. La otra es la de mi esposa, Arlene Harris. Ella inventó un teléfono muy sencillo.
¿Conserva en casa el viejo celular que inventó?
Sí, tengo algunos modelos, desde luego, ya no funcionan (ríe).
¿Qué clase de teléfono tiene ahora?
Si me viera, se reiría porque ando tres teléfonos en mi faja. Un “Jitterbug” (para personas mayores) para llamadas fáciles, un iPhone, porque tengo que entender lo que tienen las últimas tecnologías y un Motorola con algunas funciones especiales.
¿Gana dinero por los celulares que fabrican otras compañías, es dueño de la patente?
No. Por ejemplo, cuando me uní a Motorola, mucho antes de que usted naciera, en 1954, me pagaron un dólar por todas mis patentes. Además, las patentes expiran.
¿Conoce Costa Rica?
No. Espero algún día ir por allá. Viajo mucho por mis negocios a lugares como Corea, Japón, China, Europa, y me olvido de lo importante que es relajarse y disfrutar de la naturaleza.
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