Carlos Freer, cineasta
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Es harto conocido aquel episodio de María Antonieta, esposa del rey Luis XVI, que exclamó, con su famosa frivolidad, que si el hambriento pueblo parisino no tenía pan, debería comer pasteles.

Algo parecido ocurre con la gente que piensa que, si va a faltar el arroz, lo mejor es ponerse a dieta.

Recuerdo muy bien que un reconocido médico pediatra me decía que, indudablemente, un huevo poseía más proteína que un poco de arroz. Pero que a un niño llorando de hambre, a ninguna madre se le ocurriría darle una yema en vez de un plato de ese grano. Y es que con el hambre y las necesidades básicas de la gente no se juega.

De allí la alarma que ha cundido por la inminencia de un faltante de granos básicos en el mundo. Una escasez de arroz en China tendrá el efecto de varias bombas de varios megatones. Algo similar ocurriría en la India.

Si van a faltar el trigo, el maíz y otros granos, la cosa se pondrá sumamente difícil en los Estados Unidos, por el trigo. Y en México y Centroamérica ¿se imaginan que la gente no pueda comer tortillas con frijoles?

Dice don Óscar Arias que lo más idiota que ha oído es que “los países ricos se dan el lujo de pagar a los agricultores para que no siembren”. Y agrega- “luego viene otra estupidez aún mayor: usar maíz para biocombustibles. Prefieren llenar el estómago de un vehículo que el de un ser humano”.

Podría tomar nota Mr. Bush. Porque, indudablemente, don Óscar sí sabe de dónde vienen los pasteles.