Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Se dura menos en ir a África a pie que en obtener una resolución de la Oficina del Consumidor…

La frase es de Manuel Solano, un lector que me escribe para narrar sus peripecias como comprador. Los dejo con él.

“Adquirí para mi hijo un celular que salió defectuoso; lo llevé al vendedor para hacer valer la garantía, y nunca me lo devolvió. A veces, salió con evasivas y, finalmente, se desapareció del mapa.

“El 3 de enero del 2008 puse la denuncia en la Oficina de Apoyo al Consumidor. Para el 12 de febrero, se fijó la fecha de conciliación y se debía asignar un abogado.

“El 21 de julio pasado me enteré de que ya se había nombrado a ese profesional, y me dieron el teléfono. Tuve la osadía de contactarlo, y la respuesta fue: ‘Ja, ja, estoy en una audiencia, no puedo atenderlo… Ja, ja, déjeme su teléfono y luego lo llamo, pero de una vez le digo que, ja, ja, estoy viendo casos del 2007’.

“Nunca me llamó; volví a localizarlo y me comentó: ‘Ja, ja, soy una persona muy ocupada, así que su caso, ja, ja, será atendido dentro de unos dos o tres meses’.

“Y, mientras tanto, el vendedor del celular hizo ‘clavos de oro’ en diciembre pasado con el óleo de líneas del ICE. Soy uno de esos que ‘ja, ja... mejor cómprese otro’”.

A don Manuel le expresé que divulgaría su caso con el fin de ejercer nuestro “derecho al berreo”, pero que veía muy difícil que los burócratas a cargo reaccionaran, pues con “tanto” trabajo ni siquiera leen el periódico.