Edgar Fonseca
Director

La presente administración siente en carne viva el descenso en los indicadores públicos de aprecio y confianza.

Los datos de la reciente encuesta de Demoscopía, coincidentes con el escándalo de las asesorías del BCIE, muestran un estado de ánimo de hondo malestar público con lo denunciado y de disconformidad con la respuesta gubernamental. Las explicaciones oficialistas no son percibidas ni claras, ni transparentes.

Se necesitará de un esfuerzo particular para que se repare ese daño a la credibilidad en la gestión de este Gobierno.

Pero nos parece desafortunado atribuir cuanto acontece a un “linchamiento mediático”, la moneda de curso de algunos políticos, de penoso recuerdo, cazados en años recientes con “las manos en la masa”.

La prensa cumple una tarea crítica de fiscalización de la gestión de los gobernantes.

Y si una administración experimenta turbulencias, como las que hoy avivan el desencanto público, conviene que propicie todo correctivo a su alcance. De lo contrario su divorcio con la ciudadanía pinta irreconciliable.

En su capítulo más reciente, la democracia tica se ha fortalecido gracias a las investigaciones, revelaciones y encausamientos de políticos y sus redes de influencia en casos de alegados abusos con fondos públicos.

La labor de los medios y de las instancias judiciales ha sido esencial. Aunque más de uno se empeñe en deslegitimar esa misión.

Punto final- Pesadilla chavista. Bolivia casi colapsa. La Argentina de los Kichner hace aguas y en Caracas se cuaja otra gesta democrática. Pero en Honduras, el buenazo del bigotón de Zelaya se suma como títere a Ortega, ignorando las señales de los tiempos.