Beijing / AP y DPA. - Corrió, saludó y bailó. Todo un artista resultó Usain Bolt, a quien sólo le faltó ser el trovador que va anunciando al mundo que ayer se convirtió en el ser humano más veloz sobre la tierra y de paso con nuevo récord mundial.
Después de salir como un misil y casi llegando a la meta con buena luz de ventaja sobre su escolta Richard Thompson, el jamaiquino levantó la cabeza y ensayó todo ese repertorio en la segunda jornada del atletismo de los Juegos Olímpicos, en los que el ecuatoriano Jefferson Pérez se llevó plata en la marcha de 20 kilómetros.
Si no hubiese empezado a celebrar la victoria de antemano, incluso con pasitos de baile y golpeándose el pecho a centímetros de la raya, quien sabe hasta donde hubiese bajado su plusmarca de 9,69 segundos, tres centésimas menos que el récord anterior que fijó el 31 de mayo en Nueva York.
Incluso se dio el lujo de mirar al público girando su cabeza hacia la derecha, mientras una inusual suave brisa parecía obligarlo a correr sin contemplar el paisaje.
“No fue planificado”, dijo Bolt sobre su inusual celebración. “Mi meta era ganar. Cuando ví el tiempo, empecé a celebrar. Estaba muy contento”.
El trinitario Thompson se quedó con la medalla de plata con 9,89 y el estadounidense Walter Dix con la de bronce con 9,91.
Usain Bolt reconoció que comió “nuggets” dos veces antes de batir el récord.
“Me levanté a las 11. Vi un poco de televisión. Comí unos ‘nuggets’. Luego dormí una siesta y comí otros ‘nuggets’”.
“No estaba pensando en el récord del mundo. Sólo quería ser campeón olímpico”, explicó el jamaiquino.
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