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Improvisados que vivieron para contarla Frente al toro vieron la muerte muy cerca Por pasión, adrenalina o diversión... el redondel los jala Alejandro Arley Vargasaarley@aldia.co.cr Colaboró Álvaro Zamora, investigador de toros a la tica El 25 de diciembre, William Villalobos tenía el toro encima, quiso huir y, al levantarse del suelo, una cornada cerca del recto lo mandó gravemente herido al hospital San Juan de Dios. “Sentía lo caliente de la sangre que me bajaba por las piernas, y luego, en la Cruz Roja, tuve la sensación de que me moría, de que no iba a salvarme”. “Era la primera corrida de los festejos en Zapote. Cometí un error al levantarme”, me cuenta este torero improvisado de 28 años, la tarde del jueves, en una cama de la sección de Urología del San Juan de Dios.
“¿Supiste que murió un compañero hace unos días?”, me preguntó. “Sentí un escalofrío cuando me contaron, porque pude haber sido yo”, comenta. Debido a la lesión por la cornada, los médicos le practicaron una colostomía; es decir, le hicieron una salida al colon a través del abdomen para expulsar las heces. “¿Lo volvería a hacer?”, le cuestiono. Tras un corto silencio se anima a lanzar un “no”. “Espero que Dios me ayude y me dé fuerzas para no volver ahí”, dice. “Pero la tentación es mucha”, insisto. “Adentro, la adrenalina sube. Es como una pasión, pero después de que pasa esto, uno piensa distinto. Le prometí a mi mamá no volver ahí y tengo que cumplirle”, sentencia. William trabaja en mantenimiento en la biblioteca pública de Montes de Oca y no sabe cuándo podrá volver a sus labores. Asiste a las corridas de Zapote desde hace nueve años. Con una costilla quebrada A las seis de la tarde me encuentro con “Chino” en el redondel de Zapote. Se llama Luis Adolfo Garro, agricultor de Santa Clara de San Carlos. Él es uno de los 10 toreros con más experiencia en estas lides, que se encarga de cuidar a los improvisados cuando un toro los va a embestir o los está golpeando. En una corrida de la semana pasada, durante un juego conocido como “los ahorcados”, un toro fracturó una costilla a “Chino”, quien sigue trabajando como si nada le hubiera pasado. En el juego, “Chino” debía frenar, cuerpo a cuerpo, la carrera del toro. “Solo los que vivimos esto podemos entender por qué seguimos haciéndolo. Es una tradición y yo espero todo el año para poder venir”, comenta sonriente. Las lesiones no son ajenas para él. Hace unos años, un toro le fracturó un pie. “Uno entra bajo su propio riesgo”, afirma. Pese al dolor que siente, promete que hoy, en la última corrida de los festejos, seguirá ayudando a los improvisados a burlar los cuernos del toro... y a la muerte.
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