Roxana Zúñiga Quesada
Periodista
ropazu@racsa.co.cr
La maravillosa crema “Vamos a investigar” está en el mercado para curar todo tipo de torcedura, golpe y magulladura financiera, política, económica, municipal, deportiva y cultural.
Cuando se ejerce un cargo estatal, o relacionado con esa selva de burocracia, todos están expuestos a tropezar con los atractivos encantos de la tentación.
Si toma prestado un bien o dinero del pueblo, o sea, de nadie (las cosas de todos son de ninguno), y algo sale mal y lo hieren con una denuncia pública, acuda a este poderoso ungüento.
En pocos meses, solo quedará un morete de lo que pudo ser una gran contusión.
“Vamos a investigar” no deja manchas ni olor penetrante. Quizá puedan surgir unas molestias secundarias como una foto en un medio de prensa o algún cabezón periodista que no tenga memoria de teflón.
Pero las cicatrices importantes desaparecen tan rápido como los amigos falsos ante una emergencia económica.
“Vamos a investigar” viene en dos presentaciones: gigante y gigantísima, pues hay tortas más grandes que otras, e investigadores menos miopes que otros. Su precio es ridículo comparado con los resultados (y posiblemente con el monto de la mordida o la movida…)
“Vamos a investigar” apacigua el ardor de la opinión pública ante la corrupción y adormece la picazón de encarcelar al culpable.
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