Bogota.- “Acompáñenme a dar gracias a Dios, a la Virgen. Mucho me imaginé este momento con mi mamita... no más llanto. A Dios primero; segundo, a todos ustedes que me acompañaron en mis oraciones, que pensaron en mí”.

Ingrid Betancourt, la emblemática excandidata presidencial colombiana secuestrada desde el 23 de febrero del 2002, habló ayer así al llegarse a una base aérea militar en Bogotá, tras quedar libre horas antes en uno de los más espectaculares rescates militares de los últimos tiempos.

Betancourt fue liberada sana y salva junto a otros 14 rehenes, entre ellos tres estadounidenses, en una impecable operación militar que asestó otro rudo golpe a las guerrillas de las FARC.

Tras estar 2.323 días en cautiverio, Ingrid apareció ante las cámaras y el mundo sonriente, saludable y conteniendo sus emociones. Lo primero que hizo, tras descender del avión, fue fundirse en abrazos y besos con su madre, Yolanda Pulecio. Luego, agradeció el milagro a Dios y a la Virgen

Vestía un pantalón azul oscuro, sombrero militar, chaleco camuflado sobre una camiseta de algodón y botas de hule, quizás las mismas que le permitieron sobrevivir la crudeza de la selva.

Luego, junto a su madre, su esposo, Juan Carlos Lecompte y demás rehenes relató su última mañana en cautiverio.

“Me levanté y recé...”

“Esta mañana cuando me levanté, recé el rosario a las 4 a.m.; a las 5 a.m., oía a mi mamá que iba a tomar avión a Francia, oía a mi hija Melanie que iba a la China, a Fabrice (su exesposo) diciendo que había una foto mía en una cumbre en Montblanc en Francia. Pensé: bueno, de pronto no hay nada.

“Después nos hicieron empacar los equipos, estuvimos esperando todo el día, no sabíamos qué. Una hora antes el comandante Asprilla me habló y dijo que todos íbamos a subir a un helicóptero, pero con un jefe. Me dijo que probablemente para ir a otro sitio, a un lugar de cautiverio donde estuviéramos mejor y se me rompió el corazón.

“ Oímos los helicópteros y miré para arriba, al cielo, y pensé qué curioso porque por primera vez... cada vez que los oigo se me acelera el pulso...

“Nos hicieron cruzar el río, llegamos a un sitio, todos con un guardia guerrillero armado al lado. La guerrillera que me tocó a mí era tosca: apúrese, ándele... en fin, como siempre.

“Llegaron los helicópteros y salieron personajes surrealistas... señores vestidos con logos que los certificaba ser delegados de no sé qué cosa. Miraba y pensaba ¿y estos?, qué comitiva internacional... ¿Será que nos van a poner de payasos en otro nuevo circo? Yo no quiero prestarme para esto.

“Hablaron con los mandos, los comandantes Enrique y César. Miré de cerca y tenían camisetas del Che Guevara y pensé “esto es de las FARC, no son de Salud”.

“ Después nos dijeron que teníamos que subir esposados y eso fue muy humillante. Nos embarcamos muy frustrados porque nos pusieron esas esposas y no quería hablar con esas personas, querían ayudarnos con el equipo y yo no dejaba, estábamos muy molestos... Quisieron que nos pusiéramos chaquetas blancas porque dizque íbamos a clima frío.

“Cerraron las puertas del helicóptero y de pronto algo sucedió; vi al comandante que por cuatro años estuvo al mando de nosotros, que tantas veces fue cruel, humillante y déspota. Lo vi en el suelo, en pelotas, los ojos vendados.

“No crean que sentí felicidad sino lástima, pero le di gracias a Dios de que estaba con personas que respetan la vida de los demás, aun si son enemigos. El jefe del operativo gritó ‘somos el Ejército Nacional y ustedes están en libertad’. Empezamos a festejarlo, el helicóptero casi se cae, saltamos, gritamos, lloramos y no lo podíamos creer.. esto es un milagro que quiero compartir con ustedes... que este instante de felicidad no nos haga olvidar que es un milagro”, dijo Betancourt.

Créditos: Agencias EFE y AP y revista Semana. Redactores: Ronny Rojas, Rodolfo Martín, Yensy Aguilar y Esteban Rojas.

El carcelero de Ingrid

Su nombre es Gerardo Antonio Aguilar, del frente primero de las FARC, y es, según las autoridades, el auténtico carcelero de la organización guerrillera.

Tuvo la custodia de por lo menos 40 secuestrados, entre ellos Ingrid Betancourt.

“César”, como era conocido por las FARC, habría sido la persona que ordenó la entrega de Emmanuel, hijo de Clara Rojas, a una familia de campesinos.

Además, manejaba la red logística de las FARC que intercambiaba drogas por armas (en su mayoría fusiles AK-47) y equipos de comunicación (teléfonos satelitales, equipos GPS, radios UHF).