Ramón L. Méndez
Exárbitro

Hacer la diferencia es lo que se debe marcar en cualquier actividad en que uno participe. Y que otros también lo hagan, en cualquier disciplina, como se llame. Nunca pude ni podré ser uno más.

En nuestra idiosincrasia es muy común dejarse llevar por la influencia de “mejor actúo así, porque es lo que más me conviene”.

Yo a eso le llamo mediocridad, por eso cuando estuve como árbitro activo, no pude ni quise ser como todos. De allí que para bien o para mal, en mi carrera arbitral marqué bastante diferencia. Y me siento muy orgulloso de ello.

Aunque soy consciente que he fallado y fallaré como humano que soy. Pero el acomodarme para complacer otros pensamientos, no va conmigo. No lo escuché, pero me dijeron.

Un “analista arbitral” dijo recientemente que no iba a analizar los errores del réferi porque todos fallan, sino que lo que veía eran sus desplazamientos en la cancha y su personalidad.

Qué tristeza, si eso es cierto, porque al igual que arbitraron de una forma acomodada, así realizan el análisis. No se debe ser temeroso ni calculador, eso sí, respetuoso.

Pero nunca dejarse acomodar por lo que quisieran oír otras personas. Si algún día no se me permitiese seguir defendiendo el reglamento, no lo haría más.