Domingo 6 de julio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | XIV domingo del tiempo ordinario
Soy paciente y humilde
  • AlDia.cr
    Jesús es alivio y consuelo para la humanidad y llega a nosotros a través de Dios, su padre. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Este domingo nos pone de relieve tres elementos importantes: “Dios se revela a los humildes”, “no podemos llegar a Dios sino por su mediador”, “ese mediador es el mismo Hijo de Dios, alivio y consuelo para la humanidad”. Esas serenas verdades vienen en apenas seis versículos de San Mateo, envueltos en la más maravillosa sencillez propia de Dios, sin aspavientos, barullos ni exageraciones.

Pero tal sencillez es apenas formal. Esa “simpleza” surge de la parquedad de elementos, a los que no les falta profundidad.

Que Dios se revela solo a los humildes, a los que se inclinan ante Él, parece evidente. Sabemos que Dios, por cuanto no resulta “comprobable”, es dudoso para científicos, teóricos o lumbreras, así como para eruditos o celebridades, o para quienes “controlan” el mundo con patrañas y manipulaciones. Dios es, digamos, inaccesible para ellos. Paradójicamente Dios es fácil, simple y diáfano para quienes no tienen pretensiones, quienes se vacían de toda rimbombancia y se abren a su misteriosa y amorosa luz.

Que solo alcanzamos a Dios por su Hijo, es cierto, pero a la vez arduo. La cosa es igualmente simple pero supone un cierto ejercicio. Dios ha moderado el acceso a Él con un requisito llano y certero: El camino es Cristo. Ciertamente tal requisito no cabe en la cabeza de muchos que pretenden una relación muy “personalista” con la divinidad, algo alambicada y hasta “sublime”, si usamos los parámetros de una espiritualidad espiritualista. Esa clase de relación con Dios no tiene fundamento en Él.

No. En realidad Dios se simplificó y nos da una senda única e inmediata: Cristo, su Hijo hecho carne y muerto por nuestros pecados, que resucitó y ha sido constituido Señor de cielos y tierra. Si esto es inaceptable para muchos, para el creyente tal mediación es sensacional: siendo Jesús el Hijo-Dios, evidentemente es el único que conoce al Padre-Dios.

No nos incomodemos. Sepamos disfrutar de este puente de oro que Dios ha construído. No nos ha dado un ángel que podría no entendernos. Nos ha dado a su Hijo. Lo envió en la realidad de nuestra carne y lo hizo consuelo de la humanidad. Tal es la tercera premisa.

El mediador Jesús hoy nos dice “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”. Y nos invita para que carguemos sobre nosotros su yugo y lo imitemos a Él, que es manso, paciente, humilde de corazón. Nuestro alivio es, pues, Cristo. Su carga no es molesta ni demandante, es suave y liviana.

La dificultad, en definitiva, es más bien pequeñita, se reduce a aceptar humildemente a Jesucristo, respuesta de Dios, camino para llegar a Él y alivio para nuestros dolores. Aceptar a Cristo está en nuestras manos. Abrámosle el corazón y dejémosle entrar.

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