Alejandro Arley Vargas
aarley@aldia.co.cr
Sus placas de metal atornilladas parecen vibrar con los gritos de los chiquillos que juegan en el patio enlosado con piedras de Cartago.
Durante el recreo a los alumnos se les olvida la bronca del cierre de la escuela y no se fijan en el deterioro de las columnas. ¡Qué va! Lo que importa es correr, saltar y reír a más no poder.
El Edificio Metálico, sede de la escuela Buenaventura Corrales en San José, lleva 112 años de ser motivo de alegría de miles de niños y niñas costarricenses.
Pese a que el Gobierno y expertos estudian si puede seguir o no abierta a los estudiantes, la monumental estructura no pierde su carácter de joya arquitectónica.
Único en su clase
Mediodía de jueves y la bulla de los niños es como música en las altas paredes.
De un camión, estacionado al frente, varios hombres descargan instrumentos musicales que servirán para el acto cívico.
Las madres recogen firmas y alistan una marcha. “La escuela no se cierra”, murmuran.
Antes de entrar me detengo a ver la fachada. Simetría total.
Placas de metal planas y en relieve, arcos, columnas expuestas, ventanales y un balcón, revelan el toque europeo del gigante.
La influencia de los franceses con su torre Eiffel reforzó la idea de nuestros gobernantes de tener un edificio de hierro sólido.
Entro, y frente a las escaleras, me espera Sandra Quirós, directora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio del Ministerio de Cultura.
“No hay otro lugar así en el país. Es un edificio prefabricado, traído de Bélgica”, comenta mientras da un vistazo.
En 1890, la Junta de Educación de San José, presidida por el señor Buenaventura Corrales, contrató a los belgas la construcción de un edificio de hierro con dos secciones, una para varones y otra para mujeres.
En 1891 se inició su construcción en Europa y fue enviado por barco a Costa Rica en 1892.
A finales de 1895 se terminaron los trabajos y al año siguiente abrieron las puertas las escuelas “Graduadas de San José”.
“Fue concebido para dos escuelas. La de hombres pasó a llamarse Buenaventura Corrales y la de mujeres Julia Lang, explica Quirós.
“El tamaño de este edificio refleja la importancia que el Gobierno de aquel entonces le dio a la educación. Es muy grande para su época”, añade doña Sandra.
Nunca olvidar el nombre
Llegamos al salón de actos, punto de encuentro de las dos viejas escuelas Graduadas.
“El salón servía a la escuela de hombres y mujeres. A nivel arquitectónico es un elemento central, dominante que da jerarquía a la fachada, cuenta Quirós.
“Al interior, se magnifica la decoración. Hay arcos, capiteles, y molduras” agrega.
Minutos antes del acto cívico, el profesor Manrique Méndez, de la Universidad de Costa Rica, ensaya con sus alumnos para deleitar a los niños.
“Yo estudié aquí, tenía muchos años de no venir y fui a mi aula. Es un lugar muy bonito”, comenta.
Por grupos, los chiquillos ingresan al salón y se acomodan. Aunque ya pasó la fecha celebran el día de la Música.
A todo pulmón cantan el himno nacional y el saludo a la bandera. Luego la piel se eriza con el himno a la escuela.
“Nunca, nunca, olvidemos el nombre de la Buenaventura Corrales”, terminan.
Historia
El costo de la construcción en Bélgica fue de $463.020 de aquella época. A eso se le sumaron ¢214.485 de los trabajos en Costa Rica. No se incluye el flete por mar y ferrocarril.
Se eligió el hierro porque es más resistente a los sismos y porque en esa época se empezó a utilizar en edificaciones de mucha afluencia de personas y de servicios públicos.
El terreno que actualmente ocupa el Parque Morazán y el Edificio Metálico era una laguna a medio secar.
Fuente: Texto de Ana Luisa Cerdas.
© 2008. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.