Domingo 6 de julio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Un problema médico le impidió a Gineth Soto lograr su sueño de llegar a la cima del Monte Everest
Una tica en lo más alto
En su diario contó paso a paso toda su aventura de coraje, dolor y resistencia
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    Tuvo que sortear diversas grietas y huecos profundos en la nieve. Fotos: cortesía de Gineth Soto.
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    Escalar las paredes de hielo fue uno de los mayores retos que tuvo que afrontar la tica, en su afán por la conquista del Everest.
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    Gineth (primera a la derecha) compartió su aventura con sherpas y otros montañistas durante más de 54 días.

Juan Diego Villareal
jvillareal@aldia.co.cr

Durante 54 días Gineth Soto puso todo su empeño y coraje para ascender el monte Everest, hazaña que ningún tico ha logrado hasta el día de hoy.

Gineth afrontó los fríos extremos, la enfermedad, el cansancio y al final el llanto por no poder cumplir su meta, la cual se vio truncada por un problema de salud que le imposibilitó culminar su sueño.

Día a día, en su diario, cuenta la historia de su aventura:

“El 16 de mayo tomamos la decisión de ir a la cima. Hicimos oraciones antes de entrar a la cascada y nos despedimos.

El 17 de mayo nos encontramos en el Campamento 2, me sentía bien y sin ningún mal de altura, pero la tos me volvió y ya no tenía medicina. Me preocupó mucho ya que el doctor me advirtió que hay peligro de quebrarme las costillas al toser a esa altura.

Descansé y traté de estar caliente siempre y no estar expuesta al viento o frío, claro eso es imposible en el Everest y a 6.500 metros de altura por lo que cené y a dormir temprano.

Dolor insoportable

Para mí las cosas se complicaron el 18 de mayo al salir hacia el Campamento 3. En la pared del Lhotse, David y Andy (otros escaladores) se fueron adelante. Como a la hora de subir me sentí mal, me dolían mucho las costillas y me dio un ataque de tos violento queme causaba mucho dolor.

Llamamos a Jaime en la radio y le contamos lo sucedido y me dijo “mejor no subas hoy, baja de nuevo al Campamento 2 y veremos como te va’”. Regresamos de nuevo, no me sentía bien, el dolor en mis costillas era tanto que cuando tosía a veces vomitaba del dolor; no podía moverme.

Entre los días 42 y 44 (18, 19, 20 de mayo) de expedición, las cosas se complicaron todavía más. El dolor en mis costillas me seguía afectando, la tos no cesaba y no teníamos nada de comer, pero nos preparamos para ascender y esperábamos culminar el ascenso final el 22 de mayo.

James, uno de los colegas ingleses que venía conmigo, decidió abandonar la expedición, se sentía muy cansado y sin fuerzas, por lo que mi compañero Rafael y yo hicimos el último intento.

El momento llegó para nosotros, es 21 de mayo, nos levantamos muy temprano y empezamos a subir al Campamento 3. Me acompañan Rafael, y los sherpas Tarke, Kami y Da Ongchhu.

Casi... casi

Empezamos a subir bien, era un día normal. Casi llegando a la base de la pared del Lhotse yo ya no aguantaba el dolor de mis costillas y el peso del salveque. Tenía mucha tos y cada vez que tosía sentía que mis costillas estaban a punto de quebrarse.

Paré varias veces para no tener que respirar tan fuerte, ya que a esta altura uno respira muy profundo porque el aire no tiene suficiente oxígeno pero cada vez que respiraba sentía como si me estuvieran metiendo un cuchillo en los pulmones. Sabía que si continuaba, quebrarme las costillas iba a ser un hecho, y seguro habría tenido que ser rescatada.

Pensé varias veces en las consecuencias si continuaba hacia la cumbre y sabía que no era seguro.

Hablé por radio con el sherpa Namgyal y me dijo: “Gineth, la vida es más importante que esta cima”. Eso fue suficiente para saber cual era la decisión correcta y también pensé en mi familia.

Cuando le dije a Mindu: “No voy a subir a la cúspide”, no me pude contener y las lágrimas corrían por mi cara. En ese momento miré al Everest y vi mi sueño irse de mis manos.

Lloré un rato, ante el dolor de tener que terminar mi sueño sin alcanzar la cima y también por el dolor físico. Mis amigos se sentían muy tristes ya que sabían lo que esta cumbre y el escalarla significaba para mí.

Transcurrieron 54 días y, aunque no logré llegar a la cima, obtuve mucha experiencia y sabiduría para la próxima vez. Aún pienso en ese día, y lo duro que fue tomar esa decisión.

Ahora tengo nuevos amigos, los sherpas. Vi los paisajes más lindos del mundo. No tuve miedo de enfrentarme a la montaña más temida del mundo y la más bella. Guardo memorias inolvidables, tuve el privilegio de estar en un lugar increíble y bello.

Esta ha sido la mejor aventura que he tenido en toda mi vida”.

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