Julio Peña, corresponsal y Rodolfo Martín
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Nicoya, Guanacaste. - Crudo fue el instante, cuando, con los ojos llenos de lágrimas, la madre de la menor abusada volvió a ver al sospechoso, y le dijo: “¡te doy gracias porque... no me la mataste, porque... no la embarazaste”.
La dramática manifestación tuvo lugar durante el inicio del juicio contra un hombre de apellido Gómez, a quien el Ministerio Público, representado por la fiscal Gabriela Montealegre, acusa de violación en contra de una menor discapacitada.
La madre de la supuesta abusada, visiblemente afectada, le narró a los jueces Olger Pérez, Ricardo Guevara y Gerardo Alfaro, como su hija “venía cambiando totalmente en la escuela, bajó las notas, se encerró en su mundo, y se volvió introvertida, agresiva y yo no sabía por qué era”.
La declaración de Alvarado, quien es prima del acusado, fue interrumpida por el llanto, al recordar cómo, aquel hombre que estaba sentado a escasos dos metros “no era un primo, era un hermano en quien confiaba, un padre de familia a quien se le quería, mi confidente”, manifestó.
Los presuntos abusos ocurrieron por espacio de cinco años, cuando la ofendida tenía entre 10 y 16 años, incluso al cumplir 15 años, según la mamá.
Gómez, “aficionado a la música, ese día le llevó serenata”.
La madre, preocupada, le preguntaba a su hija: “¿Qué te pasa?”, la muchacha, quien es sorda, le confesó que “no podía hablar, que tenía que callarse, para cuidarme a mí, porque la tenían amenazada”, relató la señora. Sin embargo, llegó el día en que no soportó más la presión y gritó: “¡su primo, su primo”, acotó. Precisamente, era éste quien le ayudaba con el transporte de la niña a la escuela, y “me hacía precios en carnes, salsas, jamonadas, conservas y jugos, que él vendía” agregó. El sospechoso se abstuvo de declarar, no así la joven que lo hizo durante varias horas con la ayuda de una experta en lenguaje Lesco.
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