Erick Carvajal M.
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Las olas rompen con fuerza en Quepos, y Saúl Quirós las escucha a diario mientras conduce su autobús.
Es viernes, y recuerda, como si fuera ayer, los 25 días que pasó a la deriva, después de que el barco “Fu Fa Cheng”, del cual era su capitán, hizo explosión.
Él venció al mar. Está vivo. Son las 8 a.m. y dice que el 17 de julio del 2003 fue el día más feliz de su vida porque lo rescataron junto a William Guadamuz y Eliécer Espinoza.
Al día siguiente, hallaron con vida al nicaragüense Juan Francisco Poveda.
Detrás de esa buena noticia, vendría la mala: sus compañeros Ronald González, Jorge Fernández, Alexánder Barrantes, Greivin Méndez y Carlos Morera no sobrevivieron al naufragio.
Ya pasaron cinco años desde aquel trágico día y aunque el mar está muy cerca, Quirós no quiere regresar.
“Estoy mejor en tierra”, asegura mientras se parquea en la terminal de buses, en el centro de esta ciudad porteña.
Buses y estudiantes
Quepos apenas está despertando, pero él tiene tres horas de estar en pie. Baja la cabeza, levanta las manos y reza. Da gracias a Dios por el desayuno.
El “Fu Fa Cheng” fue una lección de vida. Ahora, todo problema no tiene comparación con lo vivido en alta mar.
Los estudiantes del Colegio Técnico Profesional de Matapalo serán sus nuevos tripulantes, cuando entren las clases, dice, y se toma su café.
Tal vez ahora no gana el sueldo de un capitán, mas vive tranquilo, y su esposa, Ana Valverde, es la más agradecida con el cambio.
Ellos viven solos. Los hijos ya crecieron y se fueron. El tiempo lo disfrutan juntos.
En la sala de su casa, abundan las fotos de cuando se casaron, precisamente luego de que Saúl fue rescatado del mar.
La primera promesa a Dios fue arreglar su matrimonio. Tenían 15 años en unión libre, y el próximo 2 de agosto cumplirán cinco de casados.
Ella, sentada junto a él, lo escucha contar la historia del accidente; algunas lágrimas se asoman en sus ojos.
El capitán del “Fu Fa Cheng” afirma que no tuvo la culpa de lo sucedido; fue una víctima más.
A los tres días de estar en el agua, recuerda, como si fuera un milagro, les llegó un grupo de boyas, gracias a eso se mantuvieron a flote.
Una noche, narra Quirós, sintió que un tiburón le rozó un brazo y golpeó el grupo de boyas. Sentieron que se iban a caer y serían devorados.
Así pasaron los días. La sangre de las heridas atraía a los triburones, además de los kilos de pescado que quedaron flotando por el hundimiento del “Fu Fa Cheng”.
25 días después, sucedió el milagro. Un barco de pesca, de bandera venezolana, los divisó a lo lejos.
Él y Eliécer levantaron a William, que era el más pequeño de los tres, para que moviera los brazos y los pudieran ver.
“El náufrago”
William Guadamuz también vive en Quepos y de vez en cuando habla con Saúl.
A las 2 p.m. salió del restaurante donde trabaja de salonero. Siempre trabajó en eso, pero hace cinco años decidió embarcarse y ganar más dinero.
La gente que lo conoce le grita “náufrago” o “survivor” (sobreviviente en inglés). Es un luchador.
Tiene cuatro hijos y los ama con todo el corazón. Por ellos, dice, es capaz de dar la vida.
El “Fu Fa Cheng” le dio confianza y fuerzas para enfrentar los retos de la vida.
Cada vez que sale del trabajo y observa el mar frente a él, le vienen a la mente los recuerdos de los 25 días a la deriva. “En un momento pensé que iba a ser el primero en morir porque no tenía experiencia”, afirmó.
Está a la par de sus hijos. Tres hombres y una pequeña de tres años, que es su “milagrito” pues nació luego del accidente.
Ella se aferra a su cuello, como él a las boyas que lo mantuvieron a flote. Recuerda que tomaban el agua de la lluvia y comían peces que se les acercaban.
Para no perder la noción del tiempo, contaban los días. “Tratamos de conservar la fe. Fue muy difícil pero Dios nos ayudó”.
El sol cae en Quepos y las olas siguen rompiendo con fuerza en la playa. William se queda con sus hijos mientras Saúl termina de hacer los últimos viajes.
Siguen luchando por vivir.
El mar sigue llamándolos
Eliécer Espinoza y Juan Francisco Poveda están en el mar. El primero lleva dos semanas y el segundo varios meses en España.
Ana Espinoza, madre de Eliécer, comentó el jueves pasado, en su casa en Matina de Limón, que no sabe por qué él prefiere trabajar en el mar.
Todavía lo atormenta lo sucedido al “Fu Fa Cheng”. No duerme bien y siente dolores de cabeza. Además, la muerte de Greivin Méndez, de quien era gran amigo, lo afectó muchísimo.
En Europa
Abelino Poveda, hermano de Juan Francisco, comentó ayer que el nicaragüense dejó el país luego del accidente. No regresó más.
“Tiene varios años de estar en Europa”, manifestó.
Al Parecer, Poveda se encuentra trabajando en un barco atunero en España. Siguió en el mar.
Fue encontrado un día después del rescate de Saúl Quirós, William Guadamuz y Eliécer Espinoza.
Él y otros cinco tripulantes se separaron del capitán Quirós, tras la explosión en el barco, arrastrados por las fuertes corrientes.
Poveda se aferró a una línea de pesca o redes que sueltan los barcos en las mañanas para recogerlas después, por la tarde o al caer la noche.
Después de salir del mar, fue trasladado a Golfito y luego se fue para Nicaragua.
Cuando fue rescatado, narró cómo vio morir a sus compañeros, uno a uno, muchos fueron víctima de alucinaciones o la desesperación... sentimiento que no se pierde cuando la inmensidad del mar es la única compañera.
Colaboró: Alejandro Arley.
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