Jueves 24 de julio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Pido la palabra
Vivazos

Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

El ingenio del costarricense no tiene límites, y, ante las adversidades, es común que aparezca un bombillo brillante encima de la cabeza.

Ejemplos sobran. Siempre recuerdo, con una inevitable sonrisa, a una chiquilla cuya mamá la mandaba a comprar canfín para encender el fuego y cocinar.

La güila llegaba a la pulpería, y sus ojos enloquecían ante los inalcanzables helados, melcochas, confites y galletas. Un día, ideó la fuente de la eterna satisfacción: comprar la mitad del combustible y rellenar la botella con agua.

El truco era perfecto pues a la vista no se notaba nada. Solo la señora sospechaba algo extraño, porque encender la llama le costaba más que al Banco Central encontrar el equilibrio del dólar.

Cada día era su pequeño infierno, mientras la niña disfrutaba de su paraíso privado. Harta de aquel canfín tan malo, fue a reclamarle al pulpero…

Unas buenas nalgadas terminaron con las críticas maternas a Recope. Ojalá ese remedio funcionara también para esta época de tribulaciones por la energía.

Llama más la atención el avispado que retocó, con pintura azul, las placas del carro para evadir la prohibición de circular por el área metropolitana. Un torrente de creatividad, propio de lo que llamamos “vivazos”.

Estos especímenes abundan en nuestra geografía; son los que, poco a poco, se han adueñado de Costa Rica, y solo nos dejan las migajas de su festín diario.

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