Julio Peña, corresponsal
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El Templo colonial, ubicado en la ciudad de Nicoya fue construido en 1644 y años después dañado por los temblores, en 1822, siendo reconstruido en 1831. Allí se oficiaron las primeras ceremonias religiosas y fue en ese pueblo donde el mensaje cristiano echó raíces para propagarse luego al resto del país.

El templo fue construido en piedra, en su estructura mayor con mezcla de cal y arena y con madera en puertas, columnas y estructuras de cubierta.

Visitar el templo siempre ha sido la principal atracción para el viajero que llega a Nicoya. No es una construcción para admirarla en los detalles de sus elementos decorativos. Es más bien un templo sobrio y sencillo. Sin embargo, impresiona la solidez de su estructura, la singular simetría de su fachada de diseño neoclásico, aunque con algunos rasgos del barroco colonial, y el baúl reconstruido después de que el terremoto de 1950 lo destruyó por completo.

En su interior se guardan reliquias que datan de la época de la colonia, entre ellas piezas del reloj traído de Alemania en 1824, las campanas de bronce, una pila bautismal de 1644, una imagen de San Francisco de Asís de 1522 y una litera del siglo XVI que servía para transportar en andas al sacerdote.

El 3 de febrero del 2006 se terminaron los trabajos de restauración de la nueva estructura, donde se invirtieron ¢150 millones y el 3 de setiembre del año pasado fue restaurado el reloj, traído de Alemania.