Domingo 27 de julio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Domingo XVII del Tiempo Ordinario
Un tesoro, una perla
  • AlDia.cr
    El reino es el amor de Dios y es necesario acogerlo. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

El reino es lo más importante para Jesús, predicarlo y anunciarlo fue su tarea más urgente. No en vano reino y evangelio son sinónimos. El evangelio, o la buena noticia, es precisamente que Dios nos ama a pesar de nuestra debilidad.

El reino es, pues, amor de Dios y si quisiéramos personificarlo, con sencillez decimos que el reino de los cielos se identifica con Cristo, el amor de Dios hecho carne. Así, si el reino es el amor con que Dios nos ama y ese amor se personifica en Jesucristo, es fácil entender la insistencia del Señor en precisárnoslo por todos los medios, sobre todo con parábolas.

Hoy el evangelio propone dos de ellas. Si bien no nos explican qué es ese reino, sí nos hablan de la urgencia de acogerlo con todas las fuerzas de nuestro corazón. Veamos:

El reino es semejante a un tesoro. ¿A quién no le gustaría encontrarse el tesoro legendario de la Isla del Coco, o aquél de los bisabuelos, emparedado en el muro de su casa, o la famosa “botija” de los cuentos de infancia? Muchas tradiciones ancestrales hablan de tesoros perdidos que son buscados afanosamente. Pues bien, el reino de los cielos es como uno de esos tesoros. El que lo encuentra reconoce su valor y quiere poseerlo.

Por ello va rápido a vender todo lo que tiene. No tiene que comprar el tesoro sino el campo en que está oculto. Eso significa que poseer el tesoro implica ser dueños del campo, con todos los desvelos y compromisos que supone. Acaso el campo sea costoso, pero pagamos su precio porque el tesoro es de mucho mayor valor. Vendemos lo que tenemos porque, en comparación con el tesoro, no vale nada.

También el reino se parece a una perla. No sé si usted sea coleccionista, si tenga esa pasión, pero el hombre de la parábola sí que sabe lo que vale la bella perla. Cuando la encuentra, y reconoce su gran valor, va a vender todo lo que tiene para comprarla. Él se goza por anticipado con el placer de poseerla.

El reino de los cielos está en cualquier parte, podemos encontrarlo en cualquier momento. Pero debemos desarrollar ciertas habilidades. La primera, la capacidad de reconocerlo; la segunda, estar decididos a vender todo lo que tenemos para comprarlo, porque sabemos que sustituirá de sobra eso de lo que nos deshagamos.

La capacidad de reconocer el reino permite a los personajes de las parábolas vivir muy felices tras la transacción. Y nosotros, ¿podremos apreciar el valor del reino de los cielos cuando lo hallemos? Calibremos nuestra intimidad con Cristo, personificación del reino. Si lo amamos de verdad, sabremos reconocer el valor que tiene y estaremos dispuestos a darlo todo por Él.

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