Haydée de lev, actriz

Se está yendo, suspiro a suspiro, hacia allá, de donde no se vuelve.

Tuvo una infancia cruel, signada por la poliomielitis y el desprecio y desamor de su familia, pero volvió a caminar y a enfrentar a quienes la estigmatizaban por su condición de lesbiana (con la que había nacido).

Una vez, al preguntarle una periodista “¿quién es Chavela Vargas en Costa Rica?”, respondió: “Nadie. Ahí no tengo nada, pero aquí, en México, tengo a mis amigos, que son mi familia”. Casi adolescente huyó a México y, en cuanto pudo, adquirió la ciudadanía mexicana.

Pasó incontables penurias, luego adquirió fama, pero cayó en el alcoholismo más de 20 años. Su fuerza de voluntad hizo que saliera por sí misma de ese infierno y volvió a cantar.

Su valiente modo de enfrentar al mundo y su indudable valor artístico, la convierten en uno de los últimos mitos de la música popular.

Musa de poetas y cineastas, Chavela Vargas grabó más de ochenta discos y se presentó en los más afamados teatros del mundo. Recibió preciados galardones y homenajes y hasta una calle de Burgos, España, lleva su nombre.

Tuve el honor de agasajarla en mi casa, junto a un pequeño grupo de amistades, y guardo esa noche como un precioso recuerdo. Hoy, estoy casi segura de que el día de su muerte saldrá la noticia en todos los medios ticos de comunicación, hablando de “nuestra querida Chavela Vargas”.