Iván Mraz
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En febrero de 1979 visité la cancha de Santa Ana, que se encuentra frente a la iglesia, por primera vez.
Recién llegado de mi patria acepté una invitación a jugar un amistoso como Director técnico de la Liga, contra el equipo local, el cual jugaba entonces en la Segunda División.
No había camerinos, y la cancha solo tenía una parte “enzacatada” y la otra con tierra, más apta para jugar fútbol siete.
Estando solo cuatro mese en Costa Rica y hablando poco español, pensé que se trataba de algún acto de beneficencia.
El mismo honor es dirigir un partido en la cancha en el centro de Santa Ana, como estaba hace algunos años, que ahora como entrenador del equipo mosco de mi escuela en ANAFA.
Qué grata sorpresa para un viejo. ¡Aleluya! El tiempo finalmente se paró. ¿De verdad estoy en el mismo lugar que hace 29 años? Increíble!
Las mismas dimensiones de la cancha, con el césped en mal estado. La misma o tal vez peor iluminación que entonces, en 1979. Siempre sin camerinos.
Descubrí que en este mundo hay cosas que no cambian, que hay lugares donde el tiempo se paró, lo cual significa retroceder.
¿Quién me puede responder cómo es posible que en una instalación deportiva no se hizo nada en 29 años?
O tal vez los responsables esperan que lo declaren Patrimonio Histórico de la UNESCO.
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