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 Nacionales Domingo 23 de marzo, 2008, San José, Costa Rica.
   

Domingo de Resurrección

¡Ha resucitado, aleluya, aleluya!

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero

Soldados custodiaban el sepulcro de Jesús. El sábado, día del descanso de Dios, transcurre sereno. Pero el domingo, día de la creación de la luz, él que es la luz del mundo surge victorioso del abismo.

Hoy se nos proponen dos evangelios. Por la mañana se nos narra lo sucedido el primer día de la semana. De madrugada, María Magdalena fue al sepulcro y vio la piedra corrida. Fue a decirlo a Pedro y al discípulo amado que corrieron al sepulcro. El otro discípulo (Juan) corrió más rápido, llegó al sepulcro, se asomó pero no entró.

Llegó luego Simón Pedro, que sí entró seguido de Juan. Vieron las vendas por el suelo y el sudario doblado a la cabecera, pero no estaba el cuerpo. Eso les bastó para entender lo anunciado por el Señor. El discípulo “vio y creyó”, supo Jesús se había levantado del sepulcro triunfante, liberado de toda limitación humana (por ello las vendas y el sudario quedaron atrás).

Por la tarde oiremos lo que pasó aquel mismo día, el primero de la semana, pero al crepúsculo. Van dos de los discípulos camino de Emaús, muy desalentados y hablando de lo ocurrido.

Alguien empezó a caminar con ellos. Era Jesús, pero ellos no le reconocieron. El peregrino les pregunta: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos le responden quejumbrosos y llenos de desaliento, con absoluto pesimismo. Y entonces Jesús les catequizó sobre la resurrección. Por la dureza de sus corazones y su corto entendimiento, Jesús, “comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él”.

Todo el pasaje parece una misa. Empieza con una procesión (ir a Emaús), establece la presencia creciente de Jesús (que todavía es difusa) y nos ilumina con la liturgia de la palabra.

En esta “misa” también hay plegaria: llegados a Emaús, como Jesús parecía seguir adelante le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. También hay un rito que produce el prodigio: “El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista”.

Aquello discípulos fueron los primeros en descubrir el significado de la Fracción del Pan, de la Cena del Señor: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos explicaba las Escrituras?”. Fueron impactados por la presencia real de Jesús en el pan que comían.

Y como toda misa, ésta también acaba con un envío. Ellos se devuelven a Jerusalén. Van a unir su testimonio con el de otros que aseguran la resurrección del Señor. Ellos “contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”.

El Señor resucitado, aleluya, aleluya. Feliz Pascua.

Foto: 1940105
Jesús se levantó del sepulcro, triunfante y liberado de toda limitación humana.
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