Domingo 4 de mayo de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Descubra el secreto de su vigencia
Cantinas de pueblo se niegan a morir
Sus peculiares nombres y ambientes son parte del éxito
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    En el mercado de Cartago las cantinas tienen su espacio. Fotografías Abelardo Fonseca.
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    ¿Quién dijo que las cantinas eran cosa de hombres? Si no pregúntenle a María Elena.
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    Los clientes del “Canguill” en Tres Ríos hasta formaron un equipo de fútbol.
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    Si viaja de Cartago a San José se topa en Taras con la “Primera copa”, pero si viene de la capital hacia Cartago, es “La última copa”.
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    Lo curioso de esta cantina es que tiene 125 años de existir. Actualmente solo venden bebidas y para comer nada más ofrecen papas tostadas.
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    Las cantinas del país se caracterizan por tratar con humor el tema de los clientes “mala paga”.
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    Las imágenes de mujeres nunca pueden faltar. Calendarios, pósters y cuadros viejos tienen sitio de privilegio.
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    La imagen de este señor es tan conocida como la de los perros jugando pool. Está en muchas cantinas.
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    El menú es como un adorno porque casi nunca cambia y los clientes se lo saben de memoria.
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    Las cortinas de hule son la mejor señal de que usted está a punto de ingresar al “planeta cantina”.

Alejandro Arley Vargas
aarley@aldia.co.cr

Aquí no hay pantallas de plasma, alfombras, menú de cócteles, luces de neón ni sillones “vip”.

Una ranchera de “chente”, un banco de madera, una foto del “mostro” , el póster de una vaquerita y los compas de toda la vida bastan para pasar las horas.

Con sus peculiares nombres, las cantinas de pueblo no le dan tregua a los bares modernos y se resisten a ser una cosa del pasado, se niegan a morir.

El viernes jala clientes. Inicio el tour a las 3 p.m. en el “Canguill” de Tres Ríos. Las risas se escuchan hasta el parque y el aceite hierve en la sartén.

“Canguill” es cualquier pescado que se prepare bajo la receta especial de Víctor Gutiérrez y su hijo Carlos Francisco.

Don Víctor es dueño del local desde hace 44 años. Con destreza prepara un picadillo de plátano, mientras sus clientes de confianza se sirven solitos “las frías”.

“Aquí solo cerramos Jueves y Viernes Santo”, dice entre risas.

Guido “El Charro” Montoya, va al Canguill desde hace 38 años y revela el secreto de la inmortalidad de este negocio.

“Aquí venimos los amigos, hablamos de todo, no hay broncas y las mujeres son tratadas con respeto”, afirma.

Las de mercado

Debido al aguacero y las interminables presas de San José, elijo Cartago para seguir el tour.

El equipo de la provincia se juega la vida contra la Liga y en el Mercado Central no se habla de otra cosa.

¿Quién dijo que las cantinas son solo para hombres? En “El botecito” María Elena Vega se apunta al vacilón.

“A mí a diario me toca escuchar a muchos que vienen de cabanga”, cuenta.

Curiosamente, Gerardo Hernández y Jorge Maroto, propietarios, no saben por qué el local se llama “El botecito”. Lo construyeron después de 1910 y lo compraron con nombre incluido.

Cubaces y mondongo son de las bocas preferidas. Ezequiel Solano, vecino de Cachí, aprovecha su paso por el mercado para comerse unos menudos de pollo.

El negocio cierra a las 8 p.m., explicó Hernández.

“Me gusta porque aquí vienen los compas y hablamos un gran rato”, me dice William Fallas.

A reventar

Son casi las 5 p.m. y en “El Gato Negro” no cabe ni un alma. Corro las tiras de hule grises que sirven de puerta y entro a otro planeta.

A todo volumen Pepe Aguilar le canta a las “mujeres como tú” y la clientela pronostica un gane de la Fuerza Azul en el Morera Soto.

“Tres a uno, señores, Cartago no desciende” se oye en la barra.

Víctor Montoya, conocido como “Diego Verdaguer” por su tremendo parecido con el cantante, se toma un traguito despacio.

Al que tenga pánico escénico le recomiendo no orinar en esta cantina, porque a uno todo el mundo lo ve en la faena.

¿Cuál es el imán de las cantinas si en muchos lugares venden guaro y cervezas? Después de esta experiencia yo creo que cada cliente se siente como un ladrillo de la pared, tan propietario como el dueño, ¿usted qué opina?

“El Babasal” de Limón

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Róger Amoretty, corresponsal

Las cervezas bien frías en medio del tremendo calor limonense antojan a cualquiera, según cuentan los clientes de esta famosa cantina.

“El Babasal”, tiene 12 años de historia y se ubica frente al estadio Big Boy de béisbol.

“Es un lugar acogedor, las botellas están frías, escarchadas y por eso le pusieron El Babasal, porque uno se le salen las babas cuando las ve”, afirmó un cliente que se identificó como Alexánder WW, vecino de Los Corales.

Leroy Ruiz, otro visitante asiduo de “El Babasal” contó que el sitio es bastante sano y nunca se arman broncas. “Las personas que atienden son amables y respetuosas”, dijo.

Una característica de esta cantina es su vieja barra de madera , que tiene más de 50 años de existencia. Incluso al propietario Carlos Matamoros le han ofrecido comprársela.

La famosa “Cueva del Sapo”

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Rolando Avilés, corresponsal

Hace 27 años en Barranca de Puntarenas “La Cueva del Sapo” abrió sus puertas.

Odily Ramírez, dueña del local, comentó que le pusieron así porque en esa zona había muchas ranas y sapos y cuando llegaron los primeros clientes, bautizaron el negocio como la cueva de estos reptiles.

“Antes se llamaba Ego Bar. Por aquí han pasado hasta grandes políticos a comerse un cevichito”, dijo Ramírez.

Alberto Miranda, cliente desde hace 25 años de “La Cueva”, expresó que el sitio es familiar, tienen ricas bocas y la atención es muy buena.

La especialidad de la casa es el ceviche y los domingos después de las 12 mediodía hay olla de carne.

Uno de los adornos más característicos del negocio es un sapo de madera, hecho por un cliente, que ponen un estante.

Burro amarrado en Liberia

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Christian Campos, corresponsal

“El Burro Amarrado” es un punto de referencia en el barrio Nazareth de Liberia. Tiene 18 años de existir y una clientela muy fiel.

El nombre se debe a que al anterior dueño del local y a su padre les decían “burro”. Luego, el viejo propietario compró un burro y lo tenía amarrado en una baranda frente al negocio, al mejor estilo del viejo oeste.

Actualmente pertenece a Eitel Viales, quien la asumió hace unos seis años.

En sus inicios, la música la ponían en discos de acetato y luego pasaron a la inconfundible rocola.

Las bocas más solicitadas a la cocinera son las costillas de cerdo y el pescado entero.

Juan Carlos Bolívar, uno de los clientes fijos, comentó que sus primeros tragos fueron en el “Burro Amarrado”.

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  • Recorrido por varias cantinas. Video: Alejandro Arley.

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