Domingo 18 de mayo de 2008, San José, Costa Rica
Internacionales | Nueva modalidad en restaurantes
Neoyorquinos comen con los ojos vendados
Pagan cerca de $85 por degustar platillos desconocidos
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    Los amigos y parejas la pasan muy bien en las cenas con los ojos vendados. Fotos: EFE.
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    A cada cena de este tipo asiste, en promedio, una media de cincuenta personas que pagan $85 por las comidas y las bebidas.
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    Con los ojos vendados, personas de distintas edades y de varias partes de Nueva York comparten la cena.
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    Hasta el final de la cena es posible saber qué se comió o tomó, pero eso no impide que los asistentes intenten adivinar entre ellos.

EE. UU./EFE.- Los neoyorquinos han descubierto el arte de comer con los ojos vendados en unos cuantos restaurantes de la Gran Manzana, que organizan veladas en las que el único requisito para degustar la cena es no poder ver antes de sentarse a la mesa.

Los 62 kilómetros cuadrados que ocupa Manhattan contienen un sinfín de apuestas gastronómicas llegadas de todos los rincones del mundo y para las que se han inventado numerosas maneras de degustarlas, como estirado en una cama, y ahora destaca la de comer con los ojos tapados.

Se trata de los “dark dining projects”, cenas organizadas con regularidad en diferentes restaurantes de Nueva York, en las que los asistentes no pueden ver lo que se llevan a la boca y ni siquiera saben de antemano cuál es el menú.

“Lo único que deben hacer es dejarse guiar por sus sentidos, por el gusto y el olfato, pero no por la vista”, comenta Dana Salisbury, directora creativa de los “dark dining projects”, una apuesta que atrae a una media de cincuenta comensales por reunión.

El paladar es el que manda, sin dejar que la apariencia de los alimentos ayude en algo en una cena diseñada “con cariño y con el objetivo de sorprender a los asistentes” que, según Salisbury, quieren disfrutar del arte de comer y beber de una manera totalmente diferente, aunque para ello no vean ni con quién comparten la mesa.

“Después de ese momento, todo el mundo se suele relajar, se oyen risas por todas partes y empieza el disfrute de los sentidos”, cuenta Salisbury, quien dice que no es muy difícil comer con los ojos vendados. “Es un festival de los sentidos. Normalmente poca gente presta atención al papel tan importante que juegan el resto de sentidos a la hora de comer y lo placenteros que son”, agrega.

Cuando llegan por primera vez, los participantes están nerviosos porque no saben qué les espera; pero, al cabo de cinco minutos, se relajan y parece que están en cualquier restaurante.

La cena cuesta alrededor de $85 (más de ¢42.000) y, pese a lo que se pueda pensar, es poca la comida que se desperdicia y pocas las manchas con las que los participantes salen del restaurante.

Según añade Salisbury, “a la gente le encanta no tener que preocuparse por su apariencia mientras disfruta de la cena, por lo que la relajación se adueña de las mesas y lo más importante es degustar la comida”.

La mayoría de las personas que apuesta por estas iniciativas tiene entre 30 y 40 años y lo único que debe hacer es realizar una reserva en la página web de los “dark dining projects”, donde es necesario indicar si se es alérgico a algún alimento o condimento.

El menú de cada noche es secreto y no se descubre ni siquiera a la hora de degustar la comida, si no al final de la cena, cuando cada comensal recibe un documento con el nombre de los platos y vinos que ha comido y bebido.

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