Domingo 23 de noviembre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | XXXIV Cristo Rey
El Señor separará a los buenos de los malos
  • AlDia.cr
    En su segunda venida Jesús separará a los buenos de los malos, los buenos reinarán con él en el cielo. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Jesucristo es nuestro Rey. Pero la esencia de su reinado es el establecimiento de la justicia y la paz para el mundo. Con ello, todo el que, por no ser justo y humano se oponga a Cristo, será excluido. Porque ese reinado se inaugurará con un juicio en el que todos daremos cuentas de lo hecho. A la indigna pregunta de Caín: “Soy yo acaso el guardián de mi hermano” por fin se nos responderá: “sí”.

Si la primera venida de Jesús fue en la sencillez de un pesebre, en el silencio de la noche y en la fragilidad de unos forasteros rechazados por todos; su regreso será muy diferente: en gloria, rodeado de todos los ángeles y para sentarse en su trono.

Jesús regresará para asumir el poder, un poder que le viene de su entrega hasta la muerte por la humanidad. Por ello todas las naciones serán reunidas en su presencia y cada cual ocupará el puesto que le corresponde, cuando sean separados los buenos de los malos.

El discurso del Señor en su aparición es paradójico. Asegura que él siguió en la tierra cuando todos lo hacíamos en el cielo. Insiste en que estuvo entre nosotros hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, es decir, revestido de todas las miserias que hacen de la vida humana una verdadera tragedia.

Así las cosas, unos, que presuntamente dieron auxilio al Señor en sus necesidades, escucharán de Jesús la preciosa frase: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo”. Ahora bien, esos tales le preguntarán “Señor, ¿cuándo hicimos tal cosa?”. La respuesta del Rey es simple: “cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.

Los otros, por el contrario, oirán palabras muy duras: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles”.

Ellos hurgarán su memoria, seguros de que, entre los muchos hermanos que vieron con hambre, sed, sin cama, sin ropa, enfermos o en la cárcel, nunca estuvo Jesús. Y esa es precisamente la clave: “Cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”. El secreto es que el Señor está en el que sufre, en el que despreciamos, en el que creemos inferior.

El reinado de Jesús se asienta, pues, sobre el amor que hace brotar la justicia, virtudes esenciales de la fe cristiana. De ese reinado solo podrán participar quienes hayan sabido compartir sus bienes, la abundancia que recibieron de Dios, con los más necesitados. Al Reino entrarán los que comprendan que la riqueza recibida es para ser compartida.

La sabiduría del Reino de los Cielos es descubrir a Cristo en ese que parece nadie. Cristo está en él para sensibilizarme, enseñarme a ser solidario. Si lo hago reinaré con él.

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